No era un cuento chino
El ex del Guangzhou, criticado por su fichaje, fue el héroe con su golazo y demostró que tiene sitio en el Barça
No es un Busquets ni tampoco tiene las virtudes de Iniesta o Rakitic. Cuando Robert Fernández se planteó el fichaje de Paulinho, no buscaba clones, simplemente otra acepción al estilo azulgrana. El atrevimiento del secretario técnico le costó al brasileño constantes críticas, algunas en modo cachondeo y otras hasta crueles. Que si es la antítesis del ADN culé, que si se aleja del modelo, que si no tiene sitio, que no la toca, que por qué se fichó, que es caro... Paulinho es Paulinho y en Getafe demostró que tiene nombre propio, nombre de crack. Un jugador capaz hacer pensar, incluso de suplente, que tiene mando para cambiar un guión. El abrazo de Messi es la bendición definitiva y el reconocimiento de un error de apreciación general, colectivo.
Algo decía que el brasileño escondía en su juego algo especial. Un par de ratitos ante el Alavés (2 minutos), el Espanyol (17’) y Juve (14’) evidenciaron que hay carga de profundidad en sus botas. Venía de jugar en el fútbol chino, del Guanghzou Evergrande, después de no triunfar en el Tottenham. Las dos ligas y la Champions asiática en tres años solo sonaban a cuento chino. Paulinho, que dio la exclusiva de anunciar su propio fichaje por el Barça, traía en las maletas más dudas que certezas y una tarjeta de presentación que subrayaba sus 29 años y una cláusula de rescisión de 40 millones de euros. Jugaba excelente con Brasil y era vital con Scolari, pero no había triunfado en Europa. Muchos tragaron saliva.
Ante el Getafe le bastó con ser suplente para destaparse. En un cuarto de hora, del 75’ hasta el descuento, se vio de lo que es capaz. En nueve minutos, en el 84’, consumó la remontada. Le van los partidos extremos, bajo presión. No le perturba el estado del césped. Tiene fuelle, calidad y largo recorrido. Más potencia que creatividad, es cierto, aunque con el mismo instinto ofensivo que otros muchos. Tiene pinta de jugadorazo.
En medio del campo, miró a Messi y le propuso una solución. Inteligente como pocos, el argentino se la devolvió en vertical. Entonces se deshizo del defensa con severidad, controlando la posición con su cuerpo gigantesco y con el status, y lanzó un obús contra el Getafe, contra Guaita y contra quienes le utilizaron para atizar una gestión de mercado discutible. Su primer gol con el Barça. Y sin ser titular. Una reivindicación por el menosprecio general que él no cree necesario