Más seny que rauxa
Más allá del todopoderoso y omnipresente Leo Messi, está emergiendo una nueva figura de consenso entre la masa social barcelonista: Ernesto Valverde. Un entrenador razonable, un trabajador serio que no lo ha tenido nada fácil en el inicio del reto de su vida. Un profesional sentido de la responsabilidad le ha ayudado a superar la fase ‘si lo sé, no vengo’ y ahora, asentado y respetado, disfruta dando forma a un proyecto que ilusiona más de lo que el verano podía suponer. Ni la grave lesión de Dembélé, que le ha obligado a pasar por el quirófano en Finlandia, parece haberle afectado, ahora que ya le ha pillado el truco a pilotar un transatlántico.
Al contrario que Luis Enrique , el ‘Txingurri’ ha aportado más ‘seny’ que ‘rauxa’ al equipo y, de propina, al club. En el momento oportuno. En el campo y en la sala de prensa, donde no se le recuerda ni una sola mala cara/respuesta en dos meses largos. Todo suma, aunque no le juzgará la historia por su grado de simpatía, sino por su obra futbolística.
Se intuye en el césped un retorno a la esencia a través del cambio del centro de gravedad del once: del Tridente al centro del campo, enriquecido con la genialidad de un Messi tan voraz como siempre. A los retoques tácticos, básicos para regenerar el juego, hay que añadir lo que parece una política de rotaciones sensata, apartada del rigor matemático del Excel. Sirva como ejemplo Iniesta, cuyo motor necesita continuidad y mimo para desplegar su magia.
De puertas para adentro, Valverde no tensiona. Más bien relaja y engrasa las relaciones. Se habla con Gerard López, el entrenador del filial, y se comunica fluidamente con Robert Fernández y Pep Segura. Así es Ernesto, un tipo normal que se merece que los planes le salgan bien