Mundo Deportivo (At. Madrid)

Bar adevariant­es Ante el Atlético se vio un equipo difícil de leer para un rival que acabó celebrando el 1-1

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Hasta el sábado, el Barça había ganado todos sus partidos de Liga y, curiosamen­te, el día que no lo consiguió, la sensación general que queda entre el aficionado es muy buena. En mi opinión es justo que se haga ese reconocimi­ento con el esfuerzo y el juego del equipo, aunque al final le volaran al líder los dos primeros puntos de la temporada tras haber hecho un pleno de 21 sobre 21. Al Barça se le ponía como gran ‘pero’ que no había jugado aún en la Liga ante un rival de su nivel. Este sábado lo hizo visitando a un equipo históricam­ente muy difícil como el Atlético de Madrid, que además este año estrena estadio, en una semana en la que hubo partidos decisivos de seleccione­s y tras unos días de ambiente muy caldeado. Pues bien, con todos esos ingredient­es, el Barça salió airoso de un encuentro en el que, encima, empezó perdiendo ante un equipo que disfruta incomodand­o y que está en su salsa cuando tiene la oportunida­d de administra­r ventajas. Si estuviéram­os hablando de boxeo en vez de fútbol, el Barça habría ganado a los puntos, visto lo visto.

Aunque en la primera parte el Atlético tuvo sus ocasiones y se puso 1-0 con el gran gol de Saúl , el Barça ya dio buena sensación en cuanto a ocupación del terreno y voluntad de control. En la segunda parte su superiorid­ad fue ya indiscutib­le, también gracias a la labor de desgaste a la que sometió al Atlético con su fútbol de posesión durante la primera mitad. Esa inversión a futuro, que a veces no se aprecia en caliente mientras se produce, se hizo evidente en el tramo final del partido, al que el Barça llegó tremendame­nte fresco y el Atlético, pese a sus cambios en busca de aire, muy apuradamen­te. De tal forma que el 1-1 final contentó más a los de casa que a los de fuera. El Barça protagoniz­ó una muy buena segunda parte, jugando permanente­mente en cancha rival y logrando además que Ter Stegen no tuviera el trabajo que sí debió solventar en el primer periodo, ante un Atlético que se asienta en un gran portero, un gran trabajo defensivo y un gran contragolp­e. Hubo muchas llegadas ante la portería de Oblak ,de Messi ,de Luis Suárez... Incluso cuando el uruguayo marcó el gol del definitivo empate, el Barça fue a por más sin remilgos y convirtió los minutos finales en un asedio continuo al área colchonera. Quedó la sensación general de que, de haber durado unos minutos más, habrían caído también los tres puntos del lado culé. No fue así pero, con todo, desde la perspectiv­a de un barcelonis­ta la lectura debe ser claramente optimista y positiva.

En este sentido, hay una clave que no quiero pasar por alto. De haberle preguntado a cada periodista o analista cómo jugó el Barça ante el Atlético cada uno habría dado una versión distinta. Que si 4-3-3, que si 4-4-2, que si 4-5-1... Esa dificultad a la hora de leer el dibujo, que cambia durante un mismo partido como se demostró el sábado con el ingreso de jugadores con perfiles variados como Deulofeu, Sergi Roberto y Paulinho, la tienen los periodista­s especialis­tas en tácticas y también los rivales. Para mí, esas variantes enriquecen al Barça y dificultan la búsqueda de un antídoto por parte de los rivales.

En este Barça de Valverde esa es una caracterís­tica que va consolidán­dose, con el añadido de que el equipo cuida todas las señas de identidad tradiciona­les en la casa: tiene la pelota, tiene el dominio y tiene el territorio.

Ahora toca Champions, en el Camp Nou ante Olympiacos. Hay que ganar y lo normal es que se haga. Esta vez, el mayor peligro, al contrario que ante el Atlético, es que el rival no tiene encanto

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FOTO: J. A. SIRVENT Ernesto Valverde, en el Wanda Metropolit­ano el pasado sábado, durante el Atlético-Barça
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