Jugando con fuego
Clubs, UEFA y FIFA deben proteger a las estrellas del fútbol. La invasión de los espontáneos hace posible un episodio como el que sufrió Mónica Seles en el 93
Veinticuatro años es tanto tiempo, que muchos de quienes estén leyendo esto puede que ni recuerden quien era Mónica Seles y la grandeza que la tenista serbia tenía entonces. Antes de celebrar su vigésimo cumpleaños, había conquistado 8 Grand Slam y 32 títulos en otros torneos. Era la número uno del mundo - discutiéndole la hegemonía a Steffi Graf - y el tormento de Arantxa Sánchez Vicario a la que había vencido en diez de sus once enfrentamientos.
El tenis, deporte de damas y caballeros, contemplaba en 1993 que nada pudiera salirse del guión de toda la vida pero, el 30 de abril en Hamburgo, sucedió lo nunca visto. En un descanso del segundo set del partido ante Magdalena Maleevay cuando Mónica se reponía en su silla, un individuo la atacó por la espalda con un cuchillo de cocina de 23 centímetros. El agresor resultó ser Günter Parche, un parado alemán, fan de la alemana Steffi que un en abrir y cerrar de ojos hirió a Seles provocándole lesiones de las que tardó 28 meses en recuperarse.
La carrera de Mónica no fue lo que iba a ser. Prácticamente antes de que ella pudiera volver a las pistas, su agresor - que no fue encarcelado - vivía en libertad condicional y había completado los dos años de tratamiento psicológico a los que fue con- denado. La Seles, que engordó una barbaridad entre rumores de que padecía bulimia, nunca volvió a ser la misma. Sólo ganó un Grand Slam más.
El tenis reaccionó a raíz de aquel negro indicente y ahora, entre juego y juego, es imposible acercarse a los jugadores. La seguridad de los torneos está atenta a cualquier movimiento del público. Todo lo contrario de lo que últimamente estamos viendo en el fútbol. Principalmente en los partidos de las grandes estrellas donde con preocupante frecuencia vemos como fans de Cristiano, Neymar o Messi saltan al campo para abrazar a sus ídolos. Incluso para hacerse selfies con ellos ante la pasividad de los ‘Stewards’ y de la UEFA, que no toma medidas disciplinarias con los clubs que permiten esa dejadez absoluta que vimos, por ejemplo, en Atenas donde cuando uno saltaba a besar a Leo, salía otro para abrazarse a Suárez.
Hay que parar esto como sea. El riesgo es tan grande que viendo esas escenas, con ellas volvió el recuerdo de aquel asalto a Mónica Seles. Las estrellas del fútbol mundial están amenazadas y tanto clubes como instituciones tienen que proteger su carrera de la locura que les rodea