Exigencia y realismo
El listón está demasiado alto. Lo dijo sin decirlo Sergio
Busquets, ayer en RAC1, para explicar la falta de brillantez del juego del Barça en algunos partidos de esta temporada. Argumentaba el centrocampista que la época de Pep Guardiola elevó el nivel de exigencia del entorno culé y que, ahora, el fútbol ha cambiado y todo es más difícil. Busi tiene razón. Bajar el listón es un proceso lento. Es un viaje que hay que hacer a paso pausado y con grandes dosis de realismo. Cuesta asumir que nada será como fue y que la ecuación juego/resultados nunca volverá a ser tan productiva. Pero hay que hacerlo. Lo antes posible. Hay que ser justos con un equipo, un entrenador y un proyecto nuevo. Y que, además, funciona.
Me pongo el primero en la cola de periodistas que deben vencer la nostalgia para ver nítidamente el presente. Después de analizar los números, fantásticos después del trauma de la Supercopa contra el Real Madrid, hay que ver el contexto. ¿De dónde venimos? No solo de un verano agitado con cambios estructurales en el equipo, como el entrenador y la segunda estrella, sino de un ciclo decreciente con Luis
Enrique, donde la tendencia, claramente, era inversa al estilo genuino del Barça. Con Ernesto
Valverde se han recuperado conceptos irrenunciables, aunque a veces sean solo teóricos, como un retorno al centrocampismo como base creativa. Sin Andrés Iniesta , se desmorona el invento, de acuerdo, pero la idea está clara. Tampoco sabemos cómo hubiera influido en el juego
Ousmane Dembélé. Su baja es un atenuante obligatorio.
Mezclar exigencia y realismo debería ser perfectamente compatible. Esto es el Barça, un club donde no hay que perdón por ganar, ni por exigir más