Mundo Deportivo (At. Madrid)

Malgosa comía alubias de madrugada

Sólo una mujer como Olga Viza es capaz de calmar la tristeza que siento por el adiós del recuperado­r físico

- cristina CUBERO @criscubero

oan Malgosa era mi favorito. En aquella época me movía por Barcelona con una Vespa heredada de mi hermano Edu. Llegaba a La Masía, justo al lado del Camp Nou, y esperaba a que Joan entrase en el césped con alguno de los cracks azulgrana que la dureza de la competició­n enviaba a la enfermería. Miguel Moreno, fotógrafo de Mundo Deportivo, era el primero en llegar y después de enviarte a Cuenca o Pamplona, de mecer la cuna y reírse de sí mismo, captaba todos los detalles del entrenamie­nto. Al revelar las fotografía­s descubrías que Malgosa no estaba, se había evaporado, huía del foco, sólo quería hacer bien su trabajo.

Malgosa era un súper-hombre, musculado, el auténtico ‘cachas’ que llamaba muchísimo la atención. Una altura de la media española de la época, vamos bajito, pero un cuerpo perfectame­nte trabajado en gimnasio, el Arnold Schwarzene­gger del Dream Team. Calva brillante y sonrisa luminosa, mirada limpia y un saludo que regalaba a todos para pasar después al más respetuoso de los silencios. Porque no había tipo en ese vestuario más discreto que el recuperado­r físico, casi invisible para el gran público, fundamenta­l de puertas adentro.

José Mari Bakero pasó muchos meses con él después de que una lesión de tobillo le condenase a seis meses sin pisar el césped. Llegaban las vacaciones pero Malgosa le advirtió que no podía dejar de trabajar ni un solo día. Y para que José Mari no perdiera el ritmo Malgosa decidió llevarse a su esposa a San Sebastián y seguir con Bakero la recuperaci­ón. Johan Cruyff se enteró del gesto y pidió al club que pagase los gastos del matrimonio. Bakero adoraba a este hombre sacrificad­o, madrugador, que se comía un platazo de alubias o lentejas a las cinco de la mañana y pasaba horas en el gym.

A Ronaldo, el Fenómeno, se lo llevaba a la carretera de las Aguas. Malgosa se reía con el brasileño, dos calvos esencialme­nte buenos. Malgosa participó en la celebració­n del 25 aniversari­o de Wembley y esta semana se apagó su luz. Su familia ha donado su cuerpo a la ciencia.

Ando intentando sacudirme la tristeza, que esta semana se ha convertido en perenne, que me afecta hasta en el sueño, que cambia de color mis ojos, y de repente aparece Olga Viza recogiendo un premio, el Margarita Riviere al rigor periodísti­co con visión de género y es como si el arco iris penetrase en mi corazón. Ahí están todas mis amigas del ‘Club de la Sangría’, veo las fotografía­s de noche, desde el apartament­o en Madrid con vistas al Bernabéu. Y ahí está ella, tan guapa, radiante, tan inteligent­e, con su madre cerca, ese bellezón de piel inmaculada, y pienso que tengo que dejar de estar triste...

Malgosa fue un avanzado a su época, una gran persona, que acariciaba con la mirada. Y eso no nos lo robará la muerte. Él siempre sonreía. Como Olga. Con la mirada

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Olga Viza recogió el premio Margarita Riviere y no faltaron algunas de las amigas del ‘Club de la Sangría’
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