Malgosa comía alubias de madrugada
Sólo una mujer como Olga Viza es capaz de calmar la tristeza que siento por el adiós del recuperador físico
oan Malgosa era mi favorito. En aquella época me movía por Barcelona con una Vespa heredada de mi hermano Edu. Llegaba a La Masía, justo al lado del Camp Nou, y esperaba a que Joan entrase en el césped con alguno de los cracks azulgrana que la dureza de la competición enviaba a la enfermería. Miguel Moreno, fotógrafo de Mundo Deportivo, era el primero en llegar y después de enviarte a Cuenca o Pamplona, de mecer la cuna y reírse de sí mismo, captaba todos los detalles del entrenamiento. Al revelar las fotografías descubrías que Malgosa no estaba, se había evaporado, huía del foco, sólo quería hacer bien su trabajo.
Malgosa era un súper-hombre, musculado, el auténtico ‘cachas’ que llamaba muchísimo la atención. Una altura de la media española de la época, vamos bajito, pero un cuerpo perfectamente trabajado en gimnasio, el Arnold Schwarzenegger del Dream Team. Calva brillante y sonrisa luminosa, mirada limpia y un saludo que regalaba a todos para pasar después al más respetuoso de los silencios. Porque no había tipo en ese vestuario más discreto que el recuperador físico, casi invisible para el gran público, fundamental de puertas adentro.
José Mari Bakero pasó muchos meses con él después de que una lesión de tobillo le condenase a seis meses sin pisar el césped. Llegaban las vacaciones pero Malgosa le advirtió que no podía dejar de trabajar ni un solo día. Y para que José Mari no perdiera el ritmo Malgosa decidió llevarse a su esposa a San Sebastián y seguir con Bakero la recuperación. Johan Cruyff se enteró del gesto y pidió al club que pagase los gastos del matrimonio. Bakero adoraba a este hombre sacrificado, madrugador, que se comía un platazo de alubias o lentejas a las cinco de la mañana y pasaba horas en el gym.
A Ronaldo, el Fenómeno, se lo llevaba a la carretera de las Aguas. Malgosa se reía con el brasileño, dos calvos esencialmente buenos. Malgosa participó en la celebración del 25 aniversario de Wembley y esta semana se apagó su luz. Su familia ha donado su cuerpo a la ciencia.
Ando intentando sacudirme la tristeza, que esta semana se ha convertido en perenne, que me afecta hasta en el sueño, que cambia de color mis ojos, y de repente aparece Olga Viza recogiendo un premio, el Margarita Riviere al rigor periodístico con visión de género y es como si el arco iris penetrase en mi corazón. Ahí están todas mis amigas del ‘Club de la Sangría’, veo las fotografías de noche, desde el apartamento en Madrid con vistas al Bernabéu. Y ahí está ella, tan guapa, radiante, tan inteligente, con su madre cerca, ese bellezón de piel inmaculada, y pienso que tengo que dejar de estar triste...
Malgosa fue un avanzado a su época, una gran persona, que acariciaba con la mirada. Y eso no nos lo robará la muerte. Él siempre sonreía. Como Olga. Con la mirada