La cualidad necesaria del Barça: relativizar
Un club de las dimensiones del FC Barcelona no puede estar permanentemente pendiente del resultado de un partido
El Real Madrid FC destrozó al FC Barcelona en la final a doble partido de la Supercopa. Los aficionados del Barça, opositores y no opositores, creían que el mundo se había acabado, que Ernesto Valverde no era el entrenador adecuado, que la inesperada y frustrante salida de Neymar había sido una catástrofe, y que habíamos llegado de repente al temido fin de ciclo de la era Messi. Muy lejos de la realidad.
Pelota al suelo. Este fue el titular de un análisis de MUNDO DEPORTIVO el pasado verano después de la debacle de la Supercopa. Hace cuatro meses, ¿quien hubiera dicho que aquel el mismo equipo sería capaz de ganar en el Bernabéu por 0-3, con una exhibición de juego que maravilló –otra vez- al universo del fútbol?
El respeto, el esfuerzo, la ambición, el trabajo en equipo y la humildad son los cinco principales valores que describen el espíritu del FC Barcelona. Pero para un perfecto funcionamiento, el Barça debería añadir un elemento más a su lista: relativizar.
Una vez consolidado de forma indiscutible como miembro del ‘top three’ del fútbol mundial, al Barça le sobra historia, pero le falta mucho pragmatismo. El Barça tiene que intentar relativizar los resultados del partido a partido y centrarse en la difícil labor de dar sostenibilidad a su actual posición de liderazgo del fútbol mundial. Lo que ha ocurrido este año es un ejemplo.
Después de la maravillosa segunda parte en la final de Wembley de 2011 ante el Manchester United –el equipo de Alex Ferguson no lanzó ni un solo córner en aquel inolvidable partido-, hay que ir a los segundos 45 minutos del último Clásico, para reencontrarse al mejor Barça de los últimos años.
El Barça de Messi tiene un concepto de juego que puede dar buenos y, a veces, lógicamente, malos resultados, pero siempre enamora. Es su forma de jugar, de triangular, de amar el fútbol… Por esa razón, y pese a que parece algo intrínseco en el mundo del fútbol, es inconcebible que los aficionados vivan en un permanente estrés y agobiados por la persistente ansiedad del partido a partido.
Este año, independientemente de cómo termine la temporada, los acontecimientos dan la pauta de lo que no tiene que volver a ocurrir: Una presión desmesurada sobre el equipo. Año a año hemos escuchado que la Supercopa no era importante, pero una vez perdida ante el directo rival, pareció como si todo el proyecto se venía abajo. Marco Asensio, el verdugo del Barça en aquella doble final, no es titular en el equipo de Zinedine Zidane… y el actual campeón de la Liga, la Champions y el Mundialito sucumbió al tiki-taka blaugrana por enésima vez.
Es verdad que la temporada empezó mal. Se reestructuró el área técnica en un momento inadecuado. Los cambios llegaron en pleno mercado de verano. La salida de Neymar y los malos resultados provocaron nervios y declaraciones precipitadas. De forma inmediata se cuestionó a profesionales serios como Josep Segura y Robert Fernández. Y también se discutió la idoneidad de Ernesto Valverde y se criticó la elección de Guillermo Amor, como en su día pasó con Gerard López, José Mari Bakero, Jordi Roura y Aureli Altimira.
El partido del Bernabéu es la prueba más irrefutable de que al Barça le sobra presión y le falta más confianza en sus profesionales. Este año las cosas pintan bien, pero el foco debería ponerse en el Espai Barça, en seguir rentabilizando la imagen global del club, en ensalzar y disfrutar de la figura de Messi, y en aprender a relativizar. Si el Barça, como entidad, es capaz de hacerlo, tocará el cielo… para siempre
El Barça no puede analizar la gestión deportiva del club en base a un partido o a un arranque de temporada, los socios han de analizar los logros y los fracasos en su conjunto