Fin de ciclo (madridista)

Como el Cid Campeador, que ganaba batallas después de muerto, el Real no quiso enterarse de que su juego había caducado. Caducó en el pasado campeonato de Liga, que obtuvo con dieciocho puntos arbitrales, y en la pasada Champions, en la que eliminó al Bayern de Múnich con las mismas ayudas. No quisieron verlo y ahora se asombran de que el Barça les meta tres en su campo y sin despeinarse.

Basta esperar a que el Paris Saint Germain los remate y el título que estoy usando en este artículo aparecerá incluso en los rincones más recónditos de la central lechera. Si no es así, me alegraré por ellos, pero esto pinta muy mal. Que miren la realidad antes de que llegue el gran batacazo. Pero ellos no suelen ver la realidad porque los árbitros se la acomodan. Veremos qué pasa este año.

De momento, el Barça, prácticamente sin despeinarse –sin quitarse la gorra, como diría Di Stéfano–, fue al Bernabéu y les dio una lección de temple. Saltó al césped con unos nervios de acero, que atacaban “al sistema nervioso del Madrid”, como dijo Jorge Valdano, y les fue aplacando sus ataques –que ya no llegan a ‘arreones’– y les fue montando rondas kilométricas de lado a lado y tiro porque me toca.

Messi jugaba andando por el campo y repartiendo caramelos, menos cuando arrancó y se fue por velocidad de Marcelo, cuando estrelló un trallazo en el poste –uno más en lo que llevamos de temporada– y clavó un penalti imparable. Sergio Busquets y Rakitic mandando en la zona ancha, Piqué imperial, Sergi Roberto centrando el gol al primer toque, aunque creando vacíos peligrosos en el lateral que Ter Stegen, cada vez mejor, resolvió en todo momento con mano de hierro.

Muy bien Vermaelen y Luis Suárez, que marcó con solvencia y no dejó respirar a los defensas, que eran Varane y Sergio Ramos, nada menos. Nos tocó la cesta de goles para disfrutar la Navidad