Mundo Deportivo (At. Madrid)

Renovarse o morir

- Marçal LORENT @marsallore­nte

La exigencia deportiva de los grandes clubs, como Barça o Madrid, es tan alta que quedar segundo es un fracaso. Y por eso, hay que ir reforzando la plantilla constantem­ente aún viniendo de cerrar una temporada de éxito. El dicho de “lo que va bien no lo toques” no sirve en un mundo tan competitiv­o y efímero como el fútbol, donde el rendimient­o de los jugadores tiene una fecha de caducidad corta, por una cuestión física. Pero tampoco puedes precipitar­te a la hora de prescindir de algunos cracks, porque no hay tantos en el mercado. Lo más complicado en técnicos y directores deportivos es detectar y anticipar el inicio del descenso de rendimient­o de un jugador o de un equipo.

Solo los buenos se atreven a tomar ese tipo de decisiones a la mañana siguiente de celebrar algún título, por más traumático que resulte. Guardiola se cargó a Eto’o tras ganar el triplete en su primer año aunque pareciera cruel. El propio Pep dejó el banquillo del Barça antes que verse obligado a ‘cortar’ la cabeza a aquellos jugadores que tanta gloria le habían dado a él y al club. Es muy duro tener que prescindir de carismátic­os ‘superhéroe­s’ humanos que se ganaron el cariño de la afición. Pero esa ingrata renovación constante ha sido la clave del éxito del Barça que, bajo el liderazgo de Messi, le ha llevado a conquistar 30 títulos en los últimos 12 años.

Muchos jugadores culés, que demostraro­n sentir el escudo en su corazón, han ayudado a esa transición apartándos­e antes de ser atropellad­os por la locomotora de la exigencia, a pesar de que se habían ganado el crédito a seguir algunos años más. Desde Valdés, pasando por Puyol o Xavi, Pedro, ahora Mascherano o, en un futuro lo hará Iniesta, han sabido dejar el club antes de que el club los deje a ellos. En cambio, en el Real Madrid les ha costado más hacer esa transición. Por ejemplo, Casillas prolongó demasiado su etapa.

Y este año, después de ganar dos copas de Europa, no detectaron que asomaba la decadencia de Cristiano, que Morata se ganó el sitio de Benzema, que la portería propia era mejorable y que el equipo titular también debía reforzarse. Y ahora, a su paso por Chamartín, están siendo arrollados por la locomotora de la exigencia

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