Esquiar con cabeza
Ante las aglomeraciones en pistas, con esquiadores de toda condición, hay que tirar de sentido común
Por más medidas que se toman, por más precauciones que se adopten, las caídas forman parte del juego. La práctica del esquí alpino conlleva siempre un cierto riesgo y el peligro de una caída o ser víctima de un toque o atropello por parte de otro usuario de las estaciones siempre está ahí. Varios son los factores que posibilitan esta incertidumbre, a los que se puede hacer frente con sentido común, haciendo caso a las señalizaciones y avisos de las propias estaciones y siguiendo los puntos que se recogen en la Guía Cívica del Esquiador, redactada por los propios centros invernales y la Associació Catalana d’Estacions d’Esquí y Activitats de Muntanya (ACEM), que adquiere un significado mayor a raíz de los últimos accidentes graves y mortales registrados recientemente en el Pirineo.
Como suele suceder en otras facetas de la vida, la causa primera de los accidentes son el exceso de velocidad y las distracciones, aunque cierto es que hay una casuística que no se puede controlar, y en la que intervienen factores como la visibilidad de la pista, el número de usuarios de la misma o las propias condiciones meteorológicas. Nadie está exento de ser víctima de un accidente en una pista de esquí, ni el esquiador más experimentado ni el que se inicia, y menos aún los niños, los más vulnerables en caso de impacto, de ahí que si siempre es aconsejable el uso del casco en la nieve, más aún lo sea en los peques de la casa.
No querer forzar demasiado la máquina, hacer gala de una correcta forma física, tener el material en óptimas condiciones, parar para descansar y reponer fuerzas y adaptar el ritmo de esquí al nivel y al estado de la pista –existen muchos tipos de nieve– es básico para disfrutar de una buena jornada blanca, sin incidentes