Mundo Deportivo (At. Madrid)

Gerard mandó callar a Cornellà

El central, que tiene al Espanyol como su víctima favorita, desató otra tormenta al lograr el empate

- Gabriel Sans Barcelona

En un mes de premios cinematogr­áficos, el guión de la película del derbi de ayer mereció una estatuilla dorada. Tenía que ser Piqué el actor principal del partido. Ningún otro. Lo fue ya en los prolegómen­os, cuando el club blanquiazu­l le denunció por aquello de “Espanyol de Cornellà”, durante el partido por el gol y la celebració­n y después, al mediar en un cara a cara entre Umtiti y Sergio García por un incidente en el campo.

Bajo una tormenta de aúpa y por detrás en el marcador, el central azulgrana tiró de épica hasta lograr el empate final a pocos minutos de la conclusión. Una falta lanzada por Messi la remató con un cabezazo impecable y certero. Llegó entonces la tempestad. Piqué se puso el dedo índice en la boca y mandó silenciar el Estadio de Cornellà-El Prat. Era su particular venganza. En la Copa había vuelto a escuchar cantos ofensivos contra él y su familia y tenía ganas de réplica. Ya lo hizo ninguneand­o a propósito la identidad del escudo espanyolis­ta, pero el gol fue el éxtasis que buscaba en el estadio perico. La consumació­n de un propósito. Y eso que hasta entonces los habituales cánticos ofensivos no se habían escuchado, aunque sí los silbidos y algún insulto puntual, no coral.

Desde los años 60-70, desde Martí Filosia, que ningún jugador catalán marcaba en la primera y la segunda vuelta, aunque eso no se le pasó por cabeza. Lo buscaba con fruición y lo encontró. No era, en el fondo, extraño. El Espanyol es su víctima favorita. Le ha endosado seis goles, cuatro de ellos en Liga, uno en Cornellà. En lo que va de curso suma tres, dos a los pericos y otro al Murcia, también en la Copa. Dos de cabeza. Con Paulinho, Busquets y ahora Yerry Mina, las torres azulgrana se elevan al cielo. En todos los córners se incorporó al ataque. Nunca descuidó el juego defensivo y pensó en ofensivo.

Con el ambiente alterado y el césped encharcado, la tensión del empate se desparramó por el campo. Gerard Moreno, que al celebrar el gol del Espanyol besó el escudo mirando a la grada, interceptó una salida suya del balón lanzándose al suelo, resbalando y llevándose­lo por delante. Una entrada señalada que no fue castigada con amarilla.

La tirantez y los nervios eran ya irrefrenab­les. Con la grada rugiendo, los rifirrafes entre los jugadores se sucedieron sin control. Y apareció el Piqué conciliado­r, tratando de que los encontrona­zos entre Sergio García y Umtiti no fueran a más. La otra cara de un central imprescind­ible en los derbis

Le ha endosado 6 tantos, 4 en Liga; este año en la primera y segunda vuelta

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FOTO: MANEL MONTILLA Piqué se pone el dedo en la boca después de conseguir el tanto del empate en el tramo final del partido

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