Mundo Deportivo (At. Madrid)

Un error de Banega y la fe de Costa cambiaron el guión del encuentro

- Javier G. Gómara Madrid

Sevilla y Atlético de Madrid comenzaron su partido a 10 puntos cada uno de su objetivo. En el caso de los andaluces, la cuarta plaza, la de Champions. Los madrileños, pelear la Liga hasta el final. O al menos, intentarlo. Y las metas de ambos pasaban por ganar el partido del Sánchez Pizjuán. Saltaron bien los dos equipos al césped, como se preveía, intensos, decididos a por el choque. Prueba de ello es que Koke había disparado a los 50 segundos y a los 3 minutos, Oblak salvó un mano a mano ante Muriel.

El Atlético se fue asentando. Presionaba arriba y dominaba, pero los ataques hispalense­s llevaban peligro cuando superaba la línea del centro del campo de los colchonero­s.

Todo cambió en el 28’. Con un error garrafal de Banega, Y una fe inquebrant­able de Costa. Sacó Rico en corto para el argentino, que se durmió y no vio venir al hispano-brasileño por detrás. Robó el balón y no perdonó ante Rico. 0-1 para el Atlético, que no acostumbra a desperdici­ar este tipo de regalos. Costa, menos.

El tanto dejó tocado al Sevilla. Y el Atlético, a diferencia de otras ocasiones, no se echó atrás. Siguió igual. Lo que tantas veces se le ha pedido a este equipo y que en el Pizjuán salió a pedir de boca. Porque antes del descanso, llegaría el segundo del cuadro rojiblanco. Otra presión alta, con Filipe y Koke como protagonis­tas. Un rechace y el balón cae a Griezmann, que controla, regatea y con la derecha, la pone desde la frontal al otro palo. Golazo. Silencio en el Pizjuán. Descanso.

Y en el 50’, la sentencia. Y de penalti, muchos meses después se lo pitaron al Atlético. Clarísimo, de Rico a Costa, al que arrolló. Griezmann, con una asombrosa calma, marcó. Sentenciad­o.

El Sevilla no estaba. Casi nunca lo estuvo, pero desde el 0-1, se diluyó como un azucarillo. Fue un juguete en manos del Atlético. En el 64’, Simeone decidió que era tiempo de mover el banquillo. Metió a Correa por Thomas. Más madera. Ni con los cambios reculaba esta vez el Atlético. Y el Sevilla seguía disfrazado de Rey Mago. Porque le hizo otro regalo a los colchonero­s. Cedió Mercado a Rico, pero ahí estaba el francés para recoger la bola. Se la puso de tacón a Koke, que llegaba, para que el vallecano la empujara a la red.

Herido en el orgullo por ‘lo de la Copa’, el Atlético decidió que no iba a aflojar. Que este golpe encima de la mesa podía llegar a Barcelona. Por si acaso. Griezmann pudo hacer el quinto tras un pase de Saúl, pero su misil se estrelló en el palo. Luego fue Correa el que la tuvo, pero intervino Sergio Rico. El Sevilla estaba muerto.

Por si fuera poco, Simeone dio entrada a Vitolo. Muy silbado, claro,

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