Mundo Deportivo (At. Madrid)

Era un Clásico para pasárselo bien, pero echó a Roberto y fue de error en error

- Sergi Roberto se echa las manos a la cabeza al ser expulsado

No es fácil toparse con un Barça-Madrid en que no hubiera nada importante de verdad en juego. Por eso este Clásico del domingo era una excepción a la normalidad, una cita que invitaba sobre todo a pasárselo bien con el fútbol y los grandes futbolista­s que había sobre el césped, sin caer en ninguna tentación especulati­va ni un temor excesivo por el resultado, por mucho Barça-Madrid que fuera. Sí, el Barça empezaba con la motivación de querer cerrar una Liga completa sin perder un partido, pero el título ya lo tenía como quien dice en el Museu, y el Real Madrid buscaba chafarle esa guitarra al eterno rival y conseguir un triunfo de prestigio que le diera gasolina súper para la final de la Champions. En el fondo, todo eran estímulos secundario­s, porque lo normal hubiera sido que el domingo se estuvieran jugando media Liga. Lo cierto es que el partido empezó muy bien, con llegadas por parte del Barça y dos goles, uno para cada equipo. El aficionado sin colores -y hasta con ellos- seguro que se lo estaba pasando bien. Pero entonces apareció el árbitro para cargarse este Clásico semifestiv­o y convertirl­o en un Clásico como los demás. Para mí, su gran error fue echar a Sergi Roberto y, como seguro que se enteró en el vestuario durante el descanso de que se había pasado, luego acumuló fallo tras fallo por la inercia de compensar el anterior. Eso acabó enfadando a todo el mundo: en el campo, en la grada y delante de la tele. A partir de ahí,

Ya hay final de Champions. El favorito es el Real Madrid, porque tiene recursos y experienci­a jugando finales. Eso tiene un peso en esta clase de partidos. Pero el fútbol tiene sus días y nadie puede jurar que al Liverpool le salga el partido del año. Cuando más frenético ha sido, mejor Liverpool se ha visto. Puede ser que al ser una final a algún jugador le entre más afán de especular, aunque creo que ellos saben también que su posibilida­d de éxito pasa por la velocidad. Este Liverpool de Klopp es de esa clase de equipo que en un cuarto de hora trepidante te puede sacar del campo si está inspirado. La clave es que luego le aguante el físico. En la semifinal ante la Roma, en Anfield y en el Olímpico, se les vio al final cansados. Su opción pasa por cuidar las piernas hasta el día 26 lo previsible: piques, entradas, más pifias arbitrales... Y quien más quien menos, todo hijo de vecino, ‘emprenyat’. ¡Menos mal que el Clásico era descafeina­do!

La segunda parte fue un BarçaMadri­d de competició­n. El Barça, con diez tíos, jugó mejor que con once, y el Madrid, al revés: con uno más estuvo bastante peor. Es el fútbol, que por mucho que quieran darle a todo una explicació­n científica, tiene su propia lógica. Por algo decía H.H., hace ya muchos años, que se jugaba mejor con diez que con once. Supongo que era su manera de venderle la moto al jugador para que sacara su espíritu solidario y un extra de trabajo en la adversisda­d. Mucho de eso pasó el domingo con el Barça. Messi, siempre él, puso al Barça en ventaja y se inventó algunas ocasiones más para aumentar el marcador. Al final, empató el Madrid y el Barça se aplicó en mantener el invicto, dando por bueno ese empate, que tiene mucho mérito cuando juegas 45 minutos con uno menos y el de delante no es un Creo que los equipos, más o menos, acabaron satisfecho­s con el 2-2. No tanto los seguidores de Barça y Madrid, todos despotrica­ndo del arbitraje.

El día después trajo otra vez el debate del VAR. Ya lo he dicho varias veces: esto debería ser como en el tenis. Dos o tres reclamacio­nes por equipo en cada partido si no queremos que duren hasta mañana. Lo vimos en las semifinale­s de Champions. Y no sólo en el Madrid-Bayern, en el Roma-Liverpool. En Italia, un jugador desvió con la mano un remate que iba a gol. No puede ser. Hay mucho en juego, en gloria y dinero, como para fiarlo todo al ojo humano

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FOTO: MANEL MONTILLA A partir de ahí, el arbitraje ya no dio una

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