Mundo Deportivo (At. Madrid)

He venido a hablar de mi libro

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Coincidien­do con Josep Maria Bartomeu, que atendió en RAC1 la invitación de Jordi Basté, pudimos comprobar desde primera línea cómo el presidente del FC Barcelona acudió a la emisora más escuchada de Catalunya para explicar/ vender lo que le interesaba y obviar/aplazar todo lo que no tuviera que ver con el muestrario de excelencia­s.

Bartomeu valoró la importanci­a del doblete (y podría haberla adornado recordando que ‘Champion’ Zidane no deja de insistir en que no hay nada más difícil ni nada más bonito que ganar la Liga). Recordó que las cinco secciones profesiona­les han ganado la Copa del Rey y explicitó su satisfacci­ón con el gran acuerdo de ciudad conseguido con el Espai Barça. Todo lo demás, balones fuera: “Las decisiones, a final de temporada”.

A imagen y semejanza de Paco Umbral, que fue a la entrevista de Mercedes Milá para hablar de su libro, el presidente del Barça no quiso entrar en detalles sobre temas puntuales y trascenden­tes como la situación del Barça B (un equipo formativo que sin embargo fichando más de 40 jugadores en dos años está al borde del descenso). Y pelotas fuera respecto a Ousmane Dembélé, al siniestro de la Champions en Roma y a la continuida­d de Robert. Por cierto, por lo que dijo Bartomeu, el delantero francés (el que debía ayudar a olvidar a Neymar )es una apuesta. Una apuesta de 105 millones (más variables). Mucho dinero para un chico que no dispuso ni de un minuto de juego en el Clásico... y eso teniendo en cuenta que el Barça ya era campeón. Y de cara a la próxima temporada con Griezmann haciendo las maletas para instalarse en el Camp Nou, el papel de Dembélé será, inicialmen­te, de actor secundario.

Visto de otro modo, podríamos convenir también que los despejes de Bartomeu no fueron al tun tun. Fueron pases telegrafia­dos para que Pep Segura, el director técnico, tome decisiones. Porque eso sí, lo que quedó claro es que hay que tomar decisiones. Y como el Barça funciona ahora como una empresa con consejo de administra­ción (la directiva) y ejecutivos, la junta (que según dijo ayer Bartomeu no ha hecho nada mal) exigirá que cada palo aguante su vela.

El presidente, en este sentido y para matizar, añadió, como ejercicio de primero de autocrític­a que los dirigentes saben que hay cosas a mejorar, pero que eso se debatirá interna y colegialme­nte. En cambio, Pep Segura, máximo responsabl­e del fútbol profesiona­l, tendrá que decidir solo. Y quizás a contracorr­iente. Lo de Roma no se ha olvidado. Pero a lo que íbamos, la patata caliente de Robert Fernández.

Valverde fue explícito la víspera del Clásico cuando se le preguntó por Robert. El entrenador del doblete dijo que el secretario técnico fue quien apostó por él y que ahora era importante para él: “Es una de las personas más cercanas que tengo aquí”. Vamos, que si fuera por Ernesto no hay duda de que Robert renovaría el contrato que caduca en junio. El consejo, sin embargo, da la sensación que piensa diferente. Entre esos dos mares debe navegar Pep II sin ahogarse. Y entre marejada y marejadill­a, uno no puede dejar de pensar en que Bartomeu busca, a corto plazo, arquitecto cruyffista (preferible­mente Jordi) para que empiece a construir su gran obra. Su gran reto. El reto. Y no es el Nou Camp Nou. Es el Barça sin Messi

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