Aquella final de los García y los Kennedy
Túnel del tiempo. 27 de mayo de 1981. El Real Madrid regresaba a una final de la Copa de Europa quince años después. La sexta, la de los ye-yés del 66 estaba medio olvidada. El Liverpool había ganado las del 77 y 78 de forma consecutiva. El cartel era atractivo y el escenario, el Parque de los Príncipes de París, idílico. Y más para quien esto escribe que iba a presenciar en directo de manera profesional su primera gran final continental.
Los ‘reds’ partían como favoritos. El Madrid llegó tocado porque había perdido la Liga el fin de semana anterior con aquel gol de Zamora en El Molinón, mientras Juanito, de rodillas, cantaba un alirón fallido en el viejo Zorrilla de Valladolid. A aquel equipo blanco entrenado por Boskov, el autor del ‘fútbol es fútbol’ y ‘es mejor perder un partido por nueve que nueve por 10’, se la ha reconocido con el tiempo como el Madrid de los García. Cuatro con ese apellido en sus filas: García Cortés, García Navajas (titulares), García Remón y Pérez García. Pero también estaban los Camacho, Del Bosque, Juanito, Cunningham…
El rival bien podía ser reconocido como el Liverpool de los Kennedy, sobre todo porque uno de ellos, Alan, lateral izquierdo, marcó el gol del triunfo en una acción de saque de banda. Decían que era el Kennedy malo, porque Ray, centrocampista de planta, era el bueno, el que pensaba. Tanto que Boskov puso a Del Bosque, el pensador blanco, a marcarle.
Fue la final de las marcas individuales. Eran otros tiempos. Además de la del exseleccionador, García Cortés era la sombra de Dalglish, el jugón rojo; Camacho de Souness, la otra estrella; Ángel no perdía de vista a McDermott, que tampoco era cojo; Stielike se las veía con Lee mientras Sabido era la pareja de baile de Johnson…
Los madridistas apesadumbrados tras la derrota, esbozaron una sonrisa cuando su presidente les anunció que a pesar de la derrota tendrían una prima en pesetas por el esfuerzo. No debió ser mucho. Ningún jugador recuerda la cantidad