Mundo Deportivo (At. Madrid)

Jakob Ingebrigts­en, un fenómeno de 17 años

Campeón europeo en dos días de 1.500 y 5.000, el noruego se posiciona contra el dominio africano

- Xavier Gonzàlvez-Amat

Como hacía cada día, Bill se levantó temprano, cogió su libreta y empezó a llenarla de anotacione­s. Ideas que le salían de su cabeza brillante y que algunos considerab­an propias de un lunático. Eran los años cincuenta, la Segunda Guerra Mundial había terminado y en Estados Unidos se respiraba un gran optimismo con ganas de innovar y de comerse el mundo.

En Eugene, Bill Bowerman se dedicaba a entrenar al equipo de atletismo de la Universida­d de Oregón. Poca gente –en un país por aquel entonces de 150 millones de habitantes– sabía de la existencia de esa ciudad y mucho menos de ese entrenador –o profesor de atletas, como prefería que se le llamase-. Instauró una filosofía de vida totalmente autodidact­a bajo el lema “estudiarás, entrenarás y competirás como parte de un equipo”.

Para Bill, los compañeros eran una pieza clave, una familia. Lo sabía bien después de tener que combatir en la guerra y dejar su vida en manos de terceros. Sus métodos de entrenamie­nto eran muy exigentes y no aceptaba excusas. Buscaba sacar el máximo rendimient­o de todos los factores, incluso de las zapatillas –su mayor obsesión–, las cuales llegaba a fabricar él mismo. Fue un pionero. Sus chicos empezaron a ganar carreras, a competir en los Juegos Olímpicos y a ganar medallas. Hoy Eugene es un lugar de peregrinac­ión y en 2021 acogerá el Mundial.

Una de las fijaciones de Bill era que sus atletas bajasen de la barrera de los cuatro minutos en la milla y en su honor, cada año se celebra en Eugene –coincidien­do con la Diamond League– la ‘Bowerman Mile’. Este año, un espigado atleta de 17 años procedente de Noruega sorprendió a todo el mundo. Jakob Ingebrigts­en logró terminar cuarto, por delante del vigente campeón olímpico en Río 2016 Matt Centrowitz, con un tiempo 3’52”28, nuevo récord del mundo júnior. Los titulares de los periódicos destacaban más su gesta que al vencedor de la prueba. Por cierto, Jakob lo hizo calzando unas zapatillas de la marca que co-fundó Bowerman.

Unas semanas más tarde, en la Diamond League de Mónaco, Jakob volvió a enmudecer a todos con otro récord del mundo júnior, esta vez en 1.500 con 3’31”18. Eso solo había sido el aviso de lo que estaba por llegar en el Europeo de Berlín. El viernes, en el 1.500, se convertía en el atleta más joven de la historia en ganar un título continenta­l y un día después ampliaba la gesta logrando un segundo oro de escándalo en el 5.000. Con apenas 17 años acababa de conseguir un doblete que nadie nunca antes había conseguido en Europa.

Lo que impresiona más de él es su facilidad para correr. A pesar de su falta de experienci­a, supo leer perfectame­nte las pruebas y ubicarse en el lugar preciso en cada momento. Incluso, se permitió el lujo de hablar en carrera con su hermano Henrik, al que parecía que esperase en algunos momentos. El hermano mayor le ayudaba a cubrir espacios y a hacer de guardaespa­ldas. También estaba por allí Filip. Los tres hermanos competían como un verdadero equipo.

Para entender mejor su gesta hay que adentrarse en su casa familiar en Sandnes, Noruega. Jakob es el quinto de siete hermanos que forman parte de una familia muy particular con el padre, Gjert, de líder. Además de progenitor, es el ideólogo de una forma de vida dedicada a ser atletas de élite desde que nacen. Una especie de experiment­o que viene haciendo con sus hijos y que por el momento le ha dado excelentes resultados.

Henrik, el segundo de los hijos en nacer, siempre fue el referente al ser el primero en lograr grandes resultados. Quedó campeón de Europa de 1.500 en Helsinki 2012 y fue el primero en conseguir llegar a unos Juegos Olímpicos en Londres, donde terminó en una gran quinta posición. En el Europeo de Amsterdam 2016, el que brilló fue el tercer hermano, Filip. con su medalla de oro. De los siete vástagos, de momento tres han logrado convertirs­e en atletas profesiona­les y son ya campeones de Europa. Dos más, se dedican a otras cosas y los dos más pequeños, Ingrid y William, ya destacan sobre el tartán y apuntan muy buenas maneras.

Gjert, autodidact­a, inflige a sus hijos una vida espartana que incluye, por ejemplo, realizar una sesión de entrenamie­nto antes empezar el colegio a las 8:30h o una planificac­ión muy meticulosa que necesita de su autorizaci­ón si alguno de los hijos pretende salir de fin de semana o vacaciones con su pareja.

Entrenan en grupo, cada uno a su ritmo, y al terminar siempre les realiza un análisis del ácido láctico para sacar conclusion­es sobre sus esfuerzos. Mucha gente le tacha de demente, pero los resultados le avalan y sus hijos le apoyan.

Jakob nació programado para ser campeón y ahora el atletismo mundial le ha descubiert­o. La ilusión que genera sobrepasa las fronteras noruegas y ya es la esperanza de todo un continente, que sueña desde hace años con tener un atleta que haga frente de una vez al dominio africano.

Decía Bill que el verdadero propósito de correr no era ganar, sino explorar los límites del corazón humano. Es imposible saber el límite de este chico de 17 años. La incógnita ahora está en saber hasta donde podrá llegar o si terminará quemándose como vaticinan algunos entrenador­es públicamen­te sin recato alguno.

Ojalá Bowerman pudiese dar su opinión de todo esto. Lástima que muriese el 24 de diciembre de 1999, nueve meses antes de nacer Jakob, uno de los jóvenes vástagos que se reivindicó en el campeonato de Berlín, al igual que el saltador de pértiga sueco Armand Pluntis, quien a sus 18 años se colgó el oro continenta­l superando la barrera de los seis metros, con un récord para su edad de 6,05

Sus hermanos Henrik, guardaespa­ldas en el tartán de Berlín, y Filip comenzaron la saga

El padre, Gjert, es un técnico autodidact­a que programa a sus vástagos para ganar

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FOTOS: AP/EFE Jakob Ingebrigts­en, el atleta noruego de 17 años que asombró en los Europeos de Berlín con su doblete de oro 1.500-5.000 metros. Compartió podio con su hermano mayor Henrik,
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