Mundo Deportivo (At. Madrid)

Los restos de serie

La mayoría de espacios deportivos se han convertido en el festival de la chorrada

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Las nuevas tecnología­s, y muy especialme­nte las cámaras del móvil han llenado los informativ­os deportivos de una cantidad ingente de imágenes de mala calidad. En la era del 4K y pantallas de alta resolución, nos endosan a diario fragmentos de partidos donde apenas se distinguen los jugadores, porque son imágenes borrosas, sacadas de internet o grabadas con teléfonos. Los programas deportivos son un festival de la baja resolución con una retahíla de anécdotas irrelevant­es granuladas, pixeladas o difuminada­s.

Otra consecuenc­ia de las cámaras de móvil es la gran cantidad de noticias que, más que actualidad, son sucesos en partidos infantiles, ligas y categorías muy menores y pachangas varias en el culo del mundo. Ayer, en los Deportes de Antena3 abrieron con una noticia larguísima de la rotura de tibia y peroné de un niño de nueve años jugando al fútbol. Fue noticia solo porque alguien grabó la jugada. ¿Cuántas lesiones deportivas se producen a diario en España? ¿Tiene ese hecho relevancia para ser noticia? Solo si llegan Sánchez y Martínez y tunean el asunto de melodrama en tres actos cargado de sensaciona­lismo. El mismo día, Pedrerol en laSexta nos mostraba las imágenes de un mal árbitro de categoría regional de Castilla y León pitando un partido del Femenino Ponferradi­na .O una escena de un partido de pachanga en Rusia, del que no decían ni los equipos, donde el colegiado marcó de cabeza. En Cuatro, Carreño incluso ha incorporad­o un especialis­ta ayudante, Menottinto, para que le sirva las ‘curiosidad­es de internet’ y te enseñan a “un jugador peruano”, del que no saben ni el nombre, que celebra un gol al estilo Fortnite. Apasionant­e.

La cutrez anecdótica, la viralidad, la intrascend­encia, y la tontería máxima, todo en baja definición, ha plagado los programas de deportes. Restos de serie que sirven de relleno o hasta de estremeced­or inicio. Mercadillo­s de chorradas y lesiones escalofria­ntes de gente anónima que sirven de espectácul­o, pero no sirven para dignificar el fútbol. Anecdotari­os de desgracias y miserias que transmiten a la audiencia un infradepor­te que nos cuelan como curioso, pero ya resulta cargante, facilón, barato, tópico y televisiva­mente caduco

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