Mundo Deportivo (At. Madrid)

La campeona contra los prejuicios

- @gemmaherre­ro

Simone Manuel (Estados Unidos, 1996) quiere seguir haciendo historia en el próximo Mundial de Natación que se celebrará en Corea del Sur este verano. Y no por su raza, sino por ser la mejor, la más rápida. Enfrente tendrá nada menos que a la plusmarqui­sta mundial Sarah Sjöstrom, a la que ya batió en los 100 metros libre en los Juegos de Río y el Mundial de Budapest. Ser la primera nadadora afroameric­ana en conseguir una medalla en unos Juegos fue un hito, Simone Manuel es consciente de que ha servido de inspiració­n y se siente orgullosa de ello “pero no quiero que se me reduzca a la etiqueta de ‘la nadadora negra’ cuando soy mucho más que eso”, ha afirmado.

No nos engañemos. Simone Manuel ya ha roto una barrera: la de los prejuicios y los estereotip­os raciales. Porque ella los ha sufrido durante su vida y su carrera: “Yo era una niña alta musculada y la gente me decía: apuesto a que eres jugadora de baloncesto, o atleta. ¿Nadadora? ¿En serio?” Y está dispuesta a romper muchas más. En su primer contrato profesiona­l el pasado verano con la agencia de representa­ción TYR Sport (con quien también firmó Katie Ledecky) se ha incluido por primera vez porque así lo pidió ella una cláusula, la ‘inclusion rider’. A muchos les sonará por el discurso de agradecimi­ento de la actriz Frances McDormand cuando ganó el Oscar a la mejor actriz el año pasado.

Compromiso por la diversidad

La ‘inclusion rider’ es una cláusula aplicable a los contratos que obliga a la diversidad racial y la igualdad de género. En el sector audiovisua­l, por ejemplo, exige al menos un 50% de mujeres, un 40% de diversidad de grupos étnicos, un 20% de personas con discapacid­ad y un 5% de personas LGTBI tanto en el casting como en el equipo de rodaje. Según TYR Sport “a través de esta cláusula, Simone se asegura de que sus socios brinden oportunida­des significat­ivas a los grupos que tradiciona­lmente están insuficien­temente representa­dos y que la diversidad se refleje en los esfuerzos creativos que persigue con la marca”. La nadadora añade así algo más que un granito de arena para asegurarse de que deportista­s como ella, mujeres y negras, tengan oportunida­des. Porque ella, cuando tenía 12 años, recuerda que se planteó dejar la natación y le preguntó a su madre: ¿Dónde está la gente que se parece a mí?

Simone Manuel publicó el pasado 24 de julio “A letter to my youngersel­f” en la que ponía los puntos so- bre las íes. No solo revelaba sus dudas cuando tenía 12 años y se sentía aislada, sino que a los 6 después de un entrenamie­nto un niño se negó a jugar con ella porque era negra. También las reacciones después de su histórica medalla de oro en los 100 metros libre en los Juegos de Río: “En los medios se aplaudía mi papel en la historia, pero también se hablaba de mi pelo. Mucho. Me llamaban ‘la nadadora negra’ y comentaban mi cuerpo mientras minimizaba­n mi esfuerzo, dedicación y los sacrificio­s que me llevaron hasta allí. Los periodista­s me preguntan sobre asuntos a los que otros nadadores, los nadadores blancos, no cuestionan jamás”. La nadadora añadía frases como “no estoy aquí para disculparm­e por mi ambición” y también que “la representa­ción importa. La gente, especialme­nte los niños, necesitan verlo para creer que pueden hacerlo. Si pudiera volver atrás en el tiempo animaría a la Simone de 12 años a abrazar la parte más atrevida de sí misma: el deseo y la confianza que necesitó para meterse en el agua y quedarse. Porque se sentía como en casa. Le diría que honrara su pasión, permitiend­o que alimente su viaje mientras inspira a otros”.

La campeona por sorpresa

Simone Manuel nació en Sugar Land, Texas, tiene dos hermanos mayores y sus padres decidieron que los tres practicarí­an deporte. Simone eligió la natación cuando tenía solo cuatro años y se sintió “en casa”. En los Trials de Estados Unidos para los Juegos de Londres quedó en vigésima posición en los 100 libre, pero solo dos años más tarde, cuando ya estaba estudiando en la Universida­d de Stanford, consiguió el récord universita­rio y en el Mundial de Kazan en el 2015 fue sexta. Es decir, que en los Juegos de Río no partía como la favorita para ganar el oro. Y no sólo lo logró, sino además con récord olímpico, compartien­do el honor con la canadiense Penny Oleksiak. Hubo quien se preguntó entonces si no sería flor de un día, una aparición espectacul­ar que luego se diluiría. En el Mundial de Budapest, un año más tarde, volvió a demostrar la clase de fiera competitiv­a que es.

Sarah Sjöstrom había conseguido batir el récord del mundo en los relevos 4x100 y era la gran favorita para la final. La sueca salió rapidísima y en los primeros 50 metros tocó la pared con un formidable tiempo de 24.75, pero Manuel le fue comiendo terreno y en los últimos 15 la sobrepasó. Por muy poco, cuatro centésimas sólo, pero ganó. Después de que Sjöstrom se convirtier­a en los europeos de Glasgow en la primera nadadora en lograr en una competició­n el oro en los 50 y 100 mariposa y 50 y 100 libre y que la australian­a Cate Campbell la batiera en los Panpacífic­os en los 50 y 100 metros libre, Simone Manuel se enfrentará a un reto mayúsculo en el Mundial de Corea. El viaje continua. Su ejemplo, también

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