Posturas opuestas

aporta y Rosell vuelven a dirigirse la palabra tras años de rupturas y desencuentros. Al final del pasillo de los egos están los corazones. Aunque, probablemente, no volverán a ser amigos, si es que alguna vez lo fueron. Ni volverán a compartir proyectos. El barcelonismo, que les agradece su contribución a una época exitosa del club que sigue vigente, se conformaría con que dejasen de ser enemigos y ejercieran su papel institucional de expresidentes, asumiendo que su tiempo en el club ya pasó. El Barça necesita, más que nunca, que esa supuesta reconciliación represente el fin de los “ismos” aunque no será así. Rosell ya ha dicho que no volverá al Barça aunque vigilará que no caiga en manos de intereses políticos, económicos o mediáticos. En cambio, Laporta, que es un aliado de esos intereses y prefiere un Barça implicado políticamente, sí tiene ganas de presentarse a las elecciones de 2021, pese a que segundas partes nunca fueron buenas, de haber perdido las 3 últimas votaciones: moción de censura de 2008, en las elecciones de 2010 su sucesor quedó el último, y derrotado en los comicios del 2015 sin dar la mano al presidente escogido democráticamente por la mayoría de los socios. Y de haber contribuido a la destrucción del CF Reus. El futuro del Barça necesita un nuevo gobierno con el talento de aquella directiva del 2003 pero evitando sus errores. Necesita una directiva unida, de dirigentes expertos en gestión y que, además, sean amigos para no desmoronarse a la primera pañolada, dispuestos a servir al club y no a servirse, teniendo claro que están de paso. Y que sean impermeables a las presionesexternas

H