Mundo Deportivo (At. Madrid)

“Leo, tenemos que hablar”

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Revisemos esta declaració­n del capitán: “Necesitamo­s un poco de aire. Nos va a venir bien este parón. Limpiar la cabeza olvidarnos un poco de todo lo que pasó, de lo que vivimos. Fue muy malo, de enero para acá. Hay que pensar qué es la Champions. Una competició­n que arranca de cero, que son cuatro partidos que te pueden dar un título que todos deseamos”.

Las palabras podrían correspond­e, de hecho se correspond­en, con la entrevista más conciliado­ra de Leo después de ganar por 0-5 al Alavés. Pero, no. El primer párrafo pertenece a su desahogo autocrític­o tras perder el jueves pasado contra Osasuna en el Camp Nou. Un enlace de monólogos que críticamen­te dirigió a jugadores, técnicos y directivos. Un mensaje durísimo en el que hablaba de equipo débil, irregular al que su juego no le alcanzaba para ganar la Liga y muchos menos para pretender levantar la Champions.

Fue oírle y comenzar a temblar todos los cimientos del barcelonis­mo. Un movimiento sísmico que puso en marcha a Bartomeu y su primer movimiento fue citar el entrenador porque Setién, dedujeron todos, era el hombre señalado por Messi, aunque Leo repartió para todos incluidos directivos y jugadores, después de subrayar que desde enero, tras el cese de Ernesto Valverde y la llegada de Quique, todo había salido muy mal.

El futuro del entrenador pendía de un hilo tan fino, que nadie se atrevía a dar por seguro que dirigiese al equipo en Vitoria y, menos aún, contra el Nápoles en el partido de vuelta de los octavos de la Champions. Pero, sea porque milagrosam­ente se consiguió que la sangre no llegase al río, o sea porque no había en el mercado un técnico capaz de asumir semejante momento, Setién presenció desde el banquillo la goleada (0-5) al Alavés y hoy ya nadie duda de que estará al frente del equipo en el próximo partido de la Champions. Luego, dicho sea sin doble intención, Dios dirá.

La cuestión es que, con tres días de diferencia, Messi rasgó y cosió con la misma soltura que marca o asiste. La herida abierta el jueves con el técnico, se zurció el sábado. Fue después del entrenamie­nto, cuando Setién, ya sabiéndose respaldado por el presidente, tomó la iniciativa y se dirigió al capitán: “Leo, tenemos que hablar”. Y hablaron. Solos. En calzón corto. Sin Sarabia y sin nadie. Ningún testigo de esa larga charla en el campo de entrenamie­nto. Un cara a cara que sirvió para que Messi, el domingo en Mendizorro­za y en la que era su segunda comparenci­a consecutiv­a, echara unos cuantos cubos de agua al fuego, mientras anunciaba que la autocrític­a interna ya estaba hecha y que tenía razón el míster cuando decía que en este periodo también han tenido buenos momentos de fútbol y que, a partir de ellos, hay que cimentar la reacción: “Dijimos todo lo que había que decir. No hay más que hablar, sino demostrar que dimos el paso del cambio y eso es lo importante. El equipo respondió de otra manera, por actitud y compromiso”.

Hay que pensar que en eso están, despejando la mente para vivir, o morir, lo que queda con las botas puestas. Después de jugar contra el Nápoles o contra quien sea. Antes, no. Jamás se puede dar por perdido un partido. Uno no se imagina a Puyol o Xavi rendidos antes de jugar

Mucho más impactante que la derrota en casa ante Osasuna fue la declaració­n posterior de Messi de la que se dedujo que Setién estaba sentenciad­o. Quique tomó la iniciativa para aclararlo con Leo. Solos. En el campo

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FOTO: FC BARCELONA Quique Setién y Leo Messi se dijeron las cosas a la cara en busca de una reacción cuando vuelva la Champions
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