Mundo Deportivo (At. Madrid)

S del desastre Una secretaría técnica errática y sin entrada al vestuario

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La secretaría técnica azulgrana, comandada por Eric Abidal y también por su ayudante Ramon Planes, empezó con muy buena pinta. La entrada del francés en la caseta, donde fue un ídolo futbolísti­co y por su historia de superación tras sufrir un cáncer de hígado, auguraba buen feeling con los cracks. Además, en un vestuario con muchos franceses podía ir bien para ayudar a Dembélé a centrarse, a Umtiti a ser uno de los futuros líderes del equipo y a Griezmann a entrar con buen pie tras su ‘espantada’ de 2018. Con Abidal se ganaba un referente para la afición, un tipo querido en la caseta y, se suponía, con buen olfato para los fichajes y conocedor de un mercado potente como el francés.

Llegó Todibo con buena pinta pero pintó poco. Y en el invierno de 2018, cuando hubo que fichar un delantero, se apostó por Boateng, que no funcionó. En enero de 2019, con Suárez operado otra vez de rodilla y perdido para la Liga, se vendió a Carles Pérez y se fracasó en el intento de fichar al valenciani­sta Rodrigo. Ni siquiera pudo convencer Abidal a Umtiti de que se operase de sus problemas de rodilla, sólo consintió hacerse tratamient­os conservado­res. Y cuando se decidió despedir a Valverde el pasado enero, no logró convencer a Xavi y fue ‘pillado’ en Qatar junto al CEO Òscar Grau con Ernesto aún en el cargo... Al final apostó por Setién y de nuevo un fiasco. Tampoco la apuesta por Braithwait­e para sustituir al lesionado Dembélé (otro al que debía tutelar) ha servido de mucho y eso que costó 18 millones.

Pero lo peor para él fue cuando deslizó que se había echado a Valverde

porque el equipo no trabajaba demasiado con él y algunos jugadores se quejaban de ello. Messi le dio un leñazo en Instagram pidiéndole que diese nombres. Casi nada

HEric Abidal, junto a Martin Braithwait­e, delantero al que fichó en febrero, fuera del mercado de invierno, para suplir al lesionado Dembélé. Sus decisiones no han dado una suma de calidad a una plantilla que acabó la temporada en cuadro trató de meter caña pero le pudo su visceralid­ad ante jugadores que no admiten demasiadas toses de nadie, y menos si es un semidescon­ocido. Y cuando Quique se atrevió a tocar algo, tuvo lío en el vestuario, sobre todo tras el empate de Vigo (2-2), cuando sustituyó a Suárez y Alba y metió al ya vendido Arthur a poco del final.

La bronca con alguno de sus cracks se comparó con el lío de Luis Enrique con Messi y otros cracks en Anoeta. Tampoco estuvo fino dejando de suplente a Griezmann ante el Atlético y sacándolo como revulsivo tras el descuento. Lo bueno para él fue que el francés se tragó el sapo con profesiona­lidad. Tras la derrota ante Osasuna con la que se perdió la Liga, Messi dijo que el equipo no daba la talla y volvió la tensión, aunque al final, el capitán y el entrenador pactaron una paz auspiciada por el presidente, buscando un poco de tranquilid­ad para la Champions. El viernes, la debacle fue de las que hacen época, con un 4-4-2, sin Griezmann, con Riqui en el banquillo sin jugar ni un minuto ni ante Nápoles ni Bayern y con Ansu saliendo en la segunda parte. Aunque hubiese ganado la Champions, la suerte estaba echada para él

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