Mundo Deportivo (At. Madrid)

Entrenador­es que no se atrevieron a romper las jerarquías

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Ernesto Valverde ganó dos Ligas ganándose el aprecio de los jugadores con su honestidad, su escaso afán de protagonis­mo y su pragmatism­o. No se trataba de vender que se iba a jugar de cine con un equipo plagado de cracks que pasaban de la treintena. En España le valió para hacer un doblete en su primer año (Liga y Copa) pero la debacle de Roma le afeó la temporada. A la siguiente campaña volvió a ganar la Liga pero en Anfield volvió a vivir una noche negra tras ir al estadio del Liverpool con un espectacul­ar 3-0 de la ida.

Pero Messi, capitán, asumía en el vestuario ‘red’ que el técnico no era culpable. “Que no nos pase otra vez lo de Roma, que fue culpa nuestra”, dijo el argentino en la caseta, como recogió el documental ‘Matchday’. Pero pasó otra vez, hubo otro descarrila­miento imperdoSar­abia, nable. Pero los capitanes, con Leo al frente, volvieron a perdonar a Valverde y a darle su apoyo. Bartomeu accedió a mantenerlo pese a perder la final de Copa contra el Valencia pero, a cambio, le pidió que en su tercer año empezase a relevar a los veteranos y a meter a los jóvenes. Sólo se atrevió con Rakitic, a quien condenó al ostracismo de agosto a enero. El resto de cracks consagrado­s seguían viviendo con comodidad. La derrota en la Supercopa de España le condenó tras una derrota inmerecida ante el Atlético en un final de partido penoso a nivel defensivo.

Su relevo, Quique Setién, llegó vendiendo buen juego y cruyffismo, lo que es sinónimo en teoría de atrevimien­to y espectacul­aridad. Se estrenó con un triunfo por 1-0 y mil pases, pero poco más. Intentó menear el árbol cambiando el esquema táctico, su segundo, Eder

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FOTO: EFE Quique Setién observa a sus jugadores No ha habido química

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