Más jóvenes, menos vicios
Tras la derrota del Barça ante el Real Madrid (1-3) el 24 de octubre, tuvo que ser Dest el que saliera a dar explicaciones en inglés con 19 años, un recién llegado al vestuario haciendo de portavoz en su primer Clásico. En la caída por 1-0 en el Wanda ante el Atlético fue Pedri a sus 17 años el designado para dar la cara, un afable chico impresionado por todo lo que le estaba rodeando. En un colectivo de jugadores donde las cosas se hicieran con rigor y sentido es el capitán el que debe asumir la responsabilidad en los momentos graves, como lo hacían Puyol, Xavi o Iniesta, gente de la casa que entendían la idiosincrasia del entorno. Han pasado cinco meses y 35 partidos y hubiera sido un detalle conocer por boca de Messi sus sensaciones y cómo vivió el naufragio. Los momentos duros son para los veteranos. La desidia del 1-4 merecía una respuesta colegiada de los capitanes, no por perder, que eso le puede pasar a cualquiera, sino por las formas, con siete de Lisboa en el campo que parecían estar atrapados en el lejano 2017.
EL DÍA DESPUÉS SE LANZARON TODA clase de hipótesis sobre los orígenes y causas del suplicio que hace cinco años mortifica al Barça, todas plausibles. Se puede explicar con datos las seis debacles europeas registradas: 26 goles a favor por 3 en contra. También se podría argumentar un vestuario viciado y excesivamente poderoso que ha recibido jugosas renovaciones por parte de una directiva con la rodilla doblada. O por la deficiente respuesta deportiva a la sustitución de Neymar y los que llegaron empeorando lo que había. O el afán de mezclar la doctrina de La Masia sin transgredirla con el perfil físico imperante en la Champions. No fue suficiente la bronca de Piqué, pendiente a partes iguales de liderar ‘El Álamo’ blaugrana con mantener a salvo su rodilla. Ni el declinante tridente Leo-Griezmann-Dembélé que contagió tristeza. La pandemia no juega a favor de la revolución pero el presente es de los chicos. Las mentes de Pedri, Araujo, Ansu, Dest, Ilaix, De Jong y cia están limpias. Quizá el nuevo Barça debe comenzar a soltarse sin más demora
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