Mundo Deportivo (At. Madrid)

Las Azores

- Julián Redondo

bandonado por los taimados ingleses, los astutos transalpin­os y el conmilitón rojiblanco, y con el clásico rival agazapado, no le quedaba a Florentino Pérez más asidero que Zidane en el Carranza, donde la prematura foto de las Azores dejó paso al anticiclón en forma de balsámica y holgada victoria.

Formar parte del grupo de los poderosos que te invitan a cortar el bacalao es una tentación difícil de rechazar. Ahí se vio el Atlético, que siguió los pasos del Barça de Laporta, a quien Florentino convenció de las bondades de la Superliga cuando le habló de cifras y posibilida­des: todos estamos en la ruina, pero unos más que otros, y tú, Joan , lo tienes más crudo que yo, con el Bernabéu en la fase decisiva de la remodelaci­ón y tú no sabes por dónde empezar porque no hay dinero ni para conservar a Messi. Y Laporta, que en período electoral huyó del proyecto como gato del agua caliente, tardó minutos musicales en añadirse a esa ilusoria instantáne­a de las Azores: la flor y nata de la Premier, que practica el Brexit con el descaro de Nigel Farage; el rancio abolengo de la Serie A, pilotada por Agnelli, ese lebrel ahora abominado, y por dos colegas, Barça y Atleti, con quienes comparte una enconada rivalidad. Pues todo, en horas 48, se fue al carajo porque nadie entre tanto sabelotodo calculó los riesgos. Eso es soberbia. Y arrogancia. El caso es que el aire que al Madrid le falta en los despachos le llega con cuentagota­s desde la Liga.

Entre la foto y el anticiclón, mejor la imagen en la hierba que en la moqueta, donde la de su presidente ha quedado seriamente perjudicad­a por ser muy “echao p’alante”. Mientras tanto, el equipo pedalea al rebufo del Atleti, mire usté por dónde

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