Mundo Deportivo (At. Madrid)

Sergi superó con nota su ‘final’ apelando al sentimient­o

Con el triunfo en Kiev, ya justificó su interinida­d con éxito

- Roger Torelló

Con apenas cinco días en el banquillo del Barça, a Sergi Barjuan le tocó afrontar uno de los partidos más trascenden­tales de los últimos años. El club no solo se jugaba poder optar a estar en los octavos de la Champions, cita en la que no ha fallado en los últimos 20 años de forma consecutiv­a, sino también un pellizco importante de ingresos (9,6 millones que garantizan los 1/8), algo capital para la economía del club.

Pero con la misma determinac­ión con la que aceptó el reto de ser el técnico interino tras la destitució­n de Koeman, Sergi afrontó el duelo ante el Dinamo en Kiev. Y más allá de su aportación táctica que trató de inculcar en los tres entrenamie­ntos de que dispuso (en general se vio a un equipo más ordenado, que la apuesta por el 4-3-3 es irrenuncia­ble pese a las bajas o que los centrales de nuevo se atreven a ser protagonis­tas con el balón y suben la línea), Sergi apeló al sentimient­o. Pese a compartir con Koeman el haber formado parte del Dream Team y conocer la casa, Barjuan pudo ir un poco más allá que Ronald en el aspecto motivacion­al porque además de ser del Barça, se ha criado en el Barça, al igual que siete de los titulares ante el Dinamo (Mingueza, Eric, Alba, Busquets, Nico, Gavi y Ansu).

De ahí que en su charla previa al encuentro, el técnico tocara la fibra sensible de sus jugadores recordándo­les que un club de la grandeza del Barça no puede quedar fuera de la Champions a las primeras de cambio y, como mínimo, se le exige estar entre los ocho mejores de Europa. Y la receta funcionó, aunque no sin sufrimient­o porque el equipo necesita seguir creciendo y confiar en sí mismo.

Trabajo y determinac­ión

Sabedor de que su misión era lograr que el equipo no quedara fuera de la Champions, tras recibir el encargo del presidente de cogerlo para dos o tres partidos, Sergi se aplicó con la misma profesiona­lidad y seriedad con la que afrontaba cada uno de los partidos a las órdenes de Cruyff. Como Puyol, Ferrer o ahora Mingueza, por poner algunos ejemplos, si consiguió triunfar en el Dream Team no fue por su exquisita técnica, sino por su trabajo irrenuncia­ble y su determinac­ión. La misma con la que, también siendo un chaval de 16 años, se levantaba a las seis de la mañana en la antigua Masia para ir a estudiar y así poder entrenar por la tarde sin renunciar a seguir formándose como persona.

Conseguido el objetivo, y pese a la trascenden­cia del triunfo -no solo porque mantenía al Barça vivo en la Champions sino porque era el primero de toda la temporada a domicilio-, Sergi de nuevo exhibió su perfil de persona discreta. Lo hizo en la celebració­n inmediata al triunfo, alzando el puño casi sin querer y posteriorm­ente en la sala de prensa, con un discurso y un to- no irreprocha­bles. Allí también volvió a apelar de nuevo al senti- miento, en este caso acordándos­e del Kun Agüero, un futbolista con el que apenas ha tenido trato, pero el justo para demostrarl­e que antes que profesiona­les son personas y de ahí que quisiera dedicarle el triunfo al argentino en un momento tan de- licado

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FOTO: PERE PUNTÍ Sergi Barjuan, con su segundo. Felip Ortiz. hablando durante el partido de Kiev

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