La Real Sociedad se estrella contra un muro
Los fallos de la Real en el remate y la colosal defensa del Sturm Graz, una pesadilla
La Real se metió en un laberinto y resulta que no tenía salida. Se le atragantó la jornada que más plácida se presuponía por ser incapaz de resolver el enigma crucial del fútbol: el gol. Cuando los puristas repiten que es la suerte suprema que más dificultades entraña, en partidos como este les asiste toda la razón del mundo.
Que se lo digan a Portu, más inquieto que nadie en busca de la gloria, y no la encontró nunca. Que se lo digan a Silva, el genio al que se le apagó la luz cuando se trató de marcar. Que se lo digan a Merino, el cabecilla de la armada, al que arrebataron el gol sobre la línea. Los especialistas fallaban una vez detrás de otra y el gran responsable para el arte de ver puerta, el delantero centro, no hacía más que alimentar dudas sobre su nivel, perdido entre el diluvio universal y los defensas del Sturm. Sorloth fue quien, precisamente, se distinguió del resto al ser el único en marcar. Pudo ser porque no le dio tiempo a pensar demasiado cómo resolver la sutil prolongación de Zubeldia en un córner.
Que la Real sumara un punto por el gol de Sorloth pudiera ser demasiado atrevido, ya que más bien dejó de coleccionar tres por encajar un gol contra una perita en dulce tan contenta con el empate y por verter por la borda la friolera de treinta lanzamientos.
El cúmulo de desaciertos respondió a una razón heterogénea. A veces por lanzar mal a puerta, sin la precisión necesaria, como Sorloth y Portu dentro del área pequeña; en otras ocasiones debido a colosales salvaciones de la defensa austríaca para sacar bajo palos goles cantados. A Portu le despojó de la liberación que persigue un monumental despeje de Affengruber; a Merino le impidió celebrar el gol Ljubic, en otra acción heroica. Siebenhandl, el portero, multiplicó sus reflejos ante Silva, Januzaj y Aihen Muñoz.
Los instrumentos de mayor brillo en la Real fueron Zubimendi y Silva, amén del citado Aihen. Tampoco ayudó, que se diga, condenarse a remolcar con un gol en contra. Abierta en canal y dispersa, a la Real se le escurrió el Sturm Graz por la derecha. Sarkaria se fue de Le Normand y Jantscher se adelantó a Gorosabel en la puerta del paraíso. Una contra de libro fue la concesión que rompió los esquemas de la Real. Craso error. 70 largos minutos de colisión permanente contra un muro demandaban caras nuevas. Barrenetxea repareció como un bálsamo: a diablura limpia por la banda para aclarar el panorama.Un Isak a medio gas también salió al rescate y por una parada de Siebenhandl no se fue coronado de Anoeta. Fueron mejores que Portu y Sorloth, pero tampocodieronconlatecla
Sorloth fue el único en ver puerta el día en que su nivel más dudas alimentó