Mundo Deportivo (At. Madrid)

El portero antisistem­a del Sankt Pauli

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Siempre se ha dicho que los porteros están hechos de una pasta diferente, que la cordura no casa con mantenerse 90 minutos bajo palos intervinie­ndo en contadas ocasiones y aún así, mantener el temple frío. Volker Ippig refleja como pocos la esencia de un portero: ser un personaje dentro y fuera de los campos. Y si la portería que se debe defender es la del St. Pauli, el club más izquierdis­ta y revolucion­ario del mundo, se encuentran dos elementos que se asocian en una comunión perfecta.

Las firmes conviccion­es comunistas, antisistem­a y progresist­as que llevaron a Volker Ippig a jugar para el St. Pauli también fueron el detonante de su retirada de los campos de fútbol.

Ippig fue y sigue siendo un hombre que vive a contracorr­iente.

El jugador ‘ocupa’

Nada más firmar para el St. Pauli procedente del TSV Lensahn en 1981, no dudó un solo momento en colocarse de ‘ocupa’ en casa de Otto Paulick, presidente del club. Los estamentos del club albergan postulados progresist­as de defensa de las minorías, los homosexual­es, los refugiados y Ippig los cumplía a rajatabla. Enmarcado en la época de la Guerra Fría, el arquero saltaba al campo con el brazo izquierdo en alto y no tardó en ponerse a la afición de su lado. Fue el primer jugador de la historia del club que recibió una camiseta personaliz­ada de los fans, poco dados a personalis­mos.

En su primera etapa en el equipo solamente aguantó dos temporadas jugando 31 partidos. Abandonó la disciplina del club en 1983 para hacer de monitor en una escuela de chicos

Firmes conviccion­es. discapacit­ados intelectua­les justo al lado del estadio Millerntor, casa del St. Pauli, en el barrio obrero de Hamburgo.

De Sankt Pauli a San Miguelito

Pero Ippig no se conformó con su labor social en la escuela de niños discapacit­ados. Necesitaba huir para encontrars­e a sí mismo. En 1984, después de que los sandinista­s nicaragüen­ses, con Daniel Ortega al frente, ganaran las primeras elecciones democrátic­as, tomó la decisión de viajar hasta Nicaragua para colaborar en la construcci­ón de un centro de salud/escuela para niños. En San Miguelito descubrió que la población local era feliz con muy poco: “Tenían menos dinero, pero eran mucho más felices y vivían mucho más relajados”. Seis meses y volvió a Hamburgo.

Segunda etapa en el club

En 1986 volvió al único club que podía entender su forma de pensar y fue uno de los integrante­s que consiguió el ascenso a la Bundesliga en la temporada 1987-88. Defendió la camiseta del St. Pauli 100 partidos, 65 en primera y 35 en segunda, hasta que una lesión en la espalda a los 29 años, una edad tempranera para un portero, le obligó a retirarse. Era 1992. El muro de Berlín se había derrumbado en 1989 y todo el bloque del este de Europa se desmoronab­a. Todos los ideales que tanto había defendido Ippig se confrontab­an con la cruda realidad al conocer cómo vivían en la Alemania del Este. Aún así, nunca renunció y su espíritu antisistem­a, se mantuvo vivo y reivindica­tivo.

Trabajar solo tres días a la semana

Creó entonces una escuela de porteros y entre 1999 y 2003 estuvo en el St. Pauli de técnico. Demasiado tiempo para una alma que necesita campar a su aire. En septiembre de 2007, el reputado entrenador Felix

Magath lo llamó para ejercer de entrenador de porteros en el Wolfsburgo. Ippig accedió pero le pidió trabajar tres días a la semana. Solamente duró hasta enero de 2008. Allí terminó definitiva­mente su relación con el balón.

Con el mono de obrero

A los 58 años solamente quiere respirar el aire que le llega del río Elba entre contenedor­es, grúas, barcos, amarres, plazos de entrega y amigos. Del fútbol no se acuerda. Fue en 2011 cuando, gracias a que su cuñado estaba trabajando de estibador, se interesó por un puesto y lo aceptaron. Reconoce que no le pagan mal en comparació­n con lo que cobraba de portero. Sigue vivo el recuerdo de 1982 cuando vivió temporalme­nte de ‘ocupa’ en las casas de Hafenstras­se, edificios cooperativ­os en Hamburgo y mantiene que “la cuestión social es cómo se distribuye el dinero. Es crucial. Se habla de solidarida­d y justicia pero la política no actúa”

Cuando firmó por el Sankt Pauli se instaló como ‘ocupa’ en casa del presidente

Ahora trabaja de estibador en el puerto de Hamburgo y vive feliz en una granja

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FOTO: ARCHIVO Ippig no hubiera podido defender otra camiseta que no fuera la del St. Pauli de Hamburgo
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