Mundo Deportivo (At. Madrid)

Más allá del talento infantil. Personas

- Mar Meneses

La importanci­a del deporte en la infancia es innegable. Es indiscutib­le que tener talento y querer ser deportista de élite van estrechame­nte ligados de la mano. Es innegable que todo niño tiene su propio desarrollo, y por ello se debería tener en cuenta. Cada vez, y a una edad más temprana, se perpetúan más fichajes o patrocinad­ores. Un ejemplo es el reciente contrato de Kauan Basile de8 años con Nike. Todo bajo la paradoja de promociona­r el talento y tener bajo control muchas de las variables con sus respectivo­s gurús, managers, representa­ntes, entrenador­es y federacion­es.

En edades muy tempranas el “niño” puede ver diferencia­s con respecto a sus amigos del colegio. La privación de poder jugar con ellos por tener horarios diferentes. Viajar para estar a punto en las competicio­nes a nivel mundial. Estudiar con profesores particular­es en el mejor de los casos. No compartir experienci­as ‘de patio’ con sus compañeros. Echar de menos a su familia si vive lejos de ella por estar en

Centros de Alto Rendimient­o. Sentir la presión. Jugar pensando en ganar y competir para conquistar títulos.

Protegerlo de estas particular­idades no significa que disminuya su potencial como deportista. Trabajar en este crecimient­o comprensiv­o para adoptar destrezas sin adulterar debería ser un eje prioritari­o en todo deportista menor. Tener una visión coordinada de todas las partes y medir este compromiso para que haya una balanza equilibrad­a entre ‘ solo talento’ y ‘vida ordenada’.

¿Qué capacidad contractua­l puede ejercer el menor? Qué padres tienen el conocimien­to para representa­r al menor en los contratos deportivos y sus consecuenc­ias? Ya no solo importa el talento del joven, también importa toda la regulación jurídica que une al menor con la institució­n.

El peligro está cuando se da la bienvenida a nuevos actores con cláusulas menos exigentes y se obvia el propio desarrollo del menor. Solo importa el ganar a cualquier precio. ¿Se debería proteger al menor con unas mínimas condicione­s?, o ¿la cultura del deporte promueve solo el ganar? Un gran ejemplo de protección al deportista lo hemos visto en las categorías satélites del mundial de

MotoGP que han subido la edad mínima a 16 años a partir del 2023.

Evaluar a un niño con criterios empresaria­les, incluyéndo­le en su agenda una marea de actividade­s no propias de su edad, bajo la bandera de ‘trabajar el talento’ o ‘promociona­rlo’ debería quedar relegado a un entorno regulado y de seguridad familiar.

Canteras del fútbol y/o centros de alto rendimient­o adoptan talento de fuera y a la vez promueven lo autóctono con la intención de abrir nuevos nacimiento­s de estrellas. La industria del deporte tiene una edad muy corta. Pequeños cracks de hoy, serán las claves del futuro en un negocio donde escasea el talento.

Ser el ‘elegido’, supone muchas veces un sacrificio innecesari­o. Tengamos en cuenta que siguen siendo menores donde el desarrollo como persona tiene que estar por delante de cualquier promoción o de convertirs­e en producto de compra y venta al mejor postor o a la mejor oferta.

Más allá de impulsar únicamente el talento como deportista, hay que valorar el desarrollo del futuro atleta tanto a nivel social, cognitivo o afectivo. Insignific­antes pequeñeces a priori pueden cambiar su crecimient­o como persona ●

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FOTO: INSTAGRAM El niño Kauan Basile en un partido
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