Mundo Deportivo (Barcelona)

BARCELONA’92 LATE DE NUEVO

Las imágenes icónicas de los Juegos regresaron en el emotivo 25 aniversari­o Fiesta ciudadana para evocar una cita que hoy sigue siendo un ejemplo para el Olimpismo La ciudad sede de los mejores Juegos podría recuperar la magia con los JJ.OO. de invierno

- Joan Justribó

Si Carlos Gardel decía en su más famoso tango, ‘Volver’, que 20 años no es nada, Barcelona sabe que 25 años tampoco es nada, y más si el espíritu olímpico sigue vivo. Los Juegos Olímpicos de Barcelona marcaron en su día la transforma­ción de la ciudad y de los propios Juegos, alcanzando un nivel de eficiencia y magia que difícilmen­te se ha vuelto a repetir.

El orgullo de ese éxito impregnó ayer la celebració­n ciudadana e institucio­nal del 25 aniversari­o de una joya que sigue viva. Fue una evocación sencilla y emotiva de los iconos que han quedado en el imaginario popular. Con sus héroes de carne y hueso, sus gestores en la sombra, los impagables voluntario­s y su entusiasmo, y con sus símbolos más recordados: la antorcha, Epi, Rebollo, su arco y el mejor encendido del pebetero, que aún pone los pelos de punta.

Epi, Rebollo y el fuego no podían fallar en la fiesta 25 años después. Aquella genial puesta en marcha impulsó con un ‘subidón’ de energía y admiración mundial el éxito que se confirmó en los 16 días siguientes. Esta vez la llama ardió de forma real en el Estadi Olímpic y de forma figurada en la Plaça Catalunya, escenario de una fiesta con la banda sonora de aquel 92, con ‘Los Manolos’ recordando que somos amigos para siempre. La llama olímpica viajó en manos de 34 relevistas, deportista­s y ex deportista­s y también representa­ntes de la sociedad civil, desde Montjuïc a Plaça Catalunya, en sentido inverso al que siguió hace ahora 25 años. Con muchos ‘selfies’, algo imposible de ver en 1992, y cierto retraso sobre el horario, pero el espíritu fue el mismo.

Es fácil y agradecido recordar algo que salió realmente bien. Barcelona creó un modelo infalible que el COI siempre ha valorado, incluso añorado. “Los miembros del COI todavía siguen diciendo que fueron los mejores Juegos, los más redondos”, decía esta semana el cerebro de los Juegos, Josep Miquel Abad. “La sombra de Barcelona es tan alargada que se proyecta sobre cualquier candidata. Esto está escrito por miembros del COI y periodista­s internacio­nales”.

Así que hubo, y sigue habiendo, un antes y un después de Barcelona’92 que da sentido al orgullo de la ciudad. También un antes y un después para el deporte español,

que vio despegar en el 92 su Edad de Oro. 27 medallas hasta Barcelona, 123 desde entonces.

El recuerdo de la magia olímpica quizás sirva para algo más que recordar un brillante pasado. Una voz en ‘off’, en el vídeo que culminaba ayer el acto del 30 aniversari­o del CAR de Sant Cugat, en presencia del rey Felipe VI, advertía que el sueño olímpico aun no ha acabado. Sobreimpre­sionada, una cifra: 2030. Inequívoca­mente, los Juegos de invierno a los que Barcelona podría aspirar tras dejar pasar su oportunida­d en 2022 y 2026.

Barcelona puede estar orgullosa. Fabricó en 1992 un molde que el COI ha añorado desde entonces, y cuya influencia puede verse en la ‘Agenda 2020’ que lanzó como libro de ruta para futuras candidatas a ser sede, primando la sostenibil­idad y la eficiencia para blindarse en tiempos de crisis. Los Juegos, al servicio de la ciudad y no al revés. Desde entonces, solo Sydney 2000 y Londres 2012 se han acercado a ese molde, y solo Pekín 2008, con armas bien diferentes y un despilfarr­o irrepetibl­e, ha logrado también contentar al COI. Pero Barcelona 92, lejos de ser el pasado, huele a futuro, a ejemplo para sedes venideras, y quién sabe si también tendrá su segundo capítulo, éste blanco e invernal, en 2030

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FOTOS: PERE PUNTÍ/JORDI LÓPEZ A la izquierda, la fiesta ciudadana en la Plaça Catalunya, saludada con fuegos artificial­es tras la flecha simulada del arquero Antonio Rebollo para encender, a distancia, el pebetero real en el Estadi Olímpic -sobre estas líneas-, que ardió de forma...
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