Banalizar el voto de censura
Desde el año 2000, cuando Josep Lluís Núñez renunció tras 22 años en la presidencia, han pasado por el Barça cinco presidentes: Gaspart, Reyna, Laporta, Rosell y Bartomeu . El promedio de los mandatos es de 3,5 años. En el camino ha habido tres votos de censura: uno quedó en intento por muy poco (Carrillo) contra Gaspart, otro está en camino (Benedito) contra Bartomeu y el único consumado (Giralt) terminó con la derrota de Laporta al que el 60.6% de los socios pidió su destitución en las urnas. Pero Laporta siguió tan pancho en el mayor gesto de indignidad que se recuerda en un presidente del Barça. Todo esto debe aliñarse con un socio (Jordi Casas) que se va (o le envían) a la Audiencia Nacional a denunciar el fichaje de Neymar para hacer el mayor daño posible al Club y la infinidad de grupos y grupúsculos que pululan intentando socavar sus cimientos y/o, cuando menos, desestabilizar a la directiva de turno. Con el Barça se atreven todos, incluso medios públicos catalanes al servicio de intereses particulares. De los no públicos, es paradigmático uno de Madrid, que le atiza al Barça y da lecciones de periodismo, aunque sin recato ni pudor apartara de informar sobre el Real a un periodista incómodo para Pérez. ¿Es viable un club así, en estado permanente de convulsión? Difícilmente. En esos 17 años, incluso a los que creyeron haber hecho el mejor Barça de la historia, los socios les señalaron la puerta de salida en aquel voto de censura aludido. Ahora, a los dos años de ser elegida la actual junta con abrumadora mayoría se formula otro voto de censura. No queremos quitar un ápice de legitimidad a sus promotores, por supuesto, pero si observamos los cuatro pilares del club (social, patrimonial, deportivo y económico) no se detectan situaciones que lo justifiquen. La banalización del voto de censura por motivos espurios, basada en reyertas particulares, invita a pensar que lo mejor sería ser sociedad anónima. Si no, no acabaremos nunca