Elpesodel vestuario
Ayer no tocaba que se jugase ningún partido en el Camp Nou, ni a puerta cerrada, ni con público. Cuando Catalunya estaba bañada en sangre e indignación por la violenta actuación de la Policía Nacional y la Guardia Civil contra una ciudadanía que pacíficamente quería ejercer su derecho elemental a votar, el Barça tendría que haber demostrado que ser “més que un club” no es solo un slogan y negarse a jugar un partido del que apenas recordaremos resultado ni goleadores. Así se había al menos acordado en la reunión de urgencia de la comisión delegada, formada por Bartomeu y los cuatro vicepresidentes (Cardoner,
Vilarrubí, Mestre y Arroyo). Se llegó a redactar un comunicado a pesar de la amenaza federativa de perder seis puntos y exponerse a otros tantos meses de suspensión. Y cuando la decisión, pese a ciertas discrepancias estaba tomada, la opinión de los jugadores fue decisiva para revocarla. De poco sirvió que Piqué no estuviera de acuerdo y que Messi apenas se pronunciase, porque el resto de capitanes no quisieron regalar ninguno el botín de los 7 puntos de ventaja que le llevan al Madrid y exigieron que el partido se jugase y con público. Lastrado del carácter que se debe tener en estas ocasiones, Bartomeu cedió a la presión de un vestuario al que se le ha cedido el mando del club, porque de su rendimiento pende la continuidad de la junta y se acabó accediendo a jugar con la salvedad de que fuera a puerta cerrada, para el que el mundo fuera consciente de la situación excepcional. Con ello se abre otra crisis en la junta por las dimisiones de Vilarrubí y Monés .Y con Benedito lamentándose que ayer no se hubieran podido recoger firmas para la moción de censura