Leo contra el vertigo
SAMPAOLI QUEDÓ COMPLACIDO del juego ante Perú y solo plantea dos cambios ante la dramática final que le aguarda esta madrugada a Argentina a la espera de resolver sobre Di María, tocado pero resolutivo cuando ha jugado con la dificultad de la altura. Un triunfo ante la eliminada Ecuador en Quito (a 2.850 m.) daría el pase directo a la albiceleste en ciertas combinaciones o la repesca segura ante Nueva Zelanda. Un envite que se vería asequible si no fuera porque Argentina ha perdido jerarquía y fiabilidad y los locales son expertos en ahogar y anular el juego táctico que requiere desenvolverse en la altura ante combinados de empaque. El día menos esperado para los argentinos ha llegado. En el país donde el fútbol es una liturgia se vive el choque desde su lado más fatídico y lo poco que le queda al devoto hincha es encomendarse a Messi, del que a menudo murmura. Leo jugará su partido 104 desde que en agosto de 2005 se puso por primera vez la casaca albiceleste, pero jamás tuvo que apechugar con la carga de un país tan impaciente y en estado de excitación.
ECUADOR EMPEZÓ LA LIGUILLA ganando sus primeros cuatro partidos con el técnico Gustavo Quinteros (ganó 0-2 en el Monumental) pero hoy la dirige Jorge
Célico con nuevos jugadores y ha querido expresamente llevar el duelo a 2.850 metros para tener chance. De los ocho disputados en Quito, la tricolor ha ganado cuatro, perdido tres y empataron uno. Jugar en altitud reduce la capacidad aeróbica en el jugador hasta un 30% y tiene sus códigos físicos, bien lo sufren los rivales de Ecuador y Bolivia. Se juega a ‘otro fútbol’ que exige no desgastarse, tener un ritmo bajo, reducir los espacios y llevar la pelota al pie. Argentina lo sabe. Para ello será necesario, por encima de juego, recobrar la personalidad que ofrece la madurez de Mascherano. Para Messi, más que el difícil Balón de Oro, se trata de salvar la moral de sus compatriotas y mostrar la magia que solo él puede poner en un Mundial que se precie