La autonomía del Barça

Los paros para las selecciones nacionales no son tiempos neutros para los clubes. Especialmente para los grandes que entran en periodo prácticamente vacacional con la dispersión de sus mejores estrellas. Es en esta semana sin fútbol de clubes cuando vuelven a divulgarse rumores, crisis internas, fichajes de invierno y todas las derivadas de un mundo que no puede vivir sin la vorágine de la noticia impactante. El Barça ha estado pendiente de la suerte de Argentina y del papel de Messi para rescatar a su selección y estar presente en Moscú. No ha podido haber crisis en el Barça porque no ha perdido en Liga ni Champions en la todavía breve temporada. El debate político se ha colado en el club como lo ha hecho en todos los repliegues de la sociedad catalana. La autonomía del Barça debería estar presente en las actitudes del presidente y la Junta porque la transversalidad de la institución se sitúa siempre en el punto de gravedad. No es fácil administrar un club tan complejo y, a la vez, tan unido en sentimientos y en objetivos para seguir siendo una de las grandes marcas deportivas y sociales europeas. Son lógicas las discrepancias y necesarios los debates. El Barça tiene que guardar los cánones democráticos pensando en sus socios, en los seguidores peninsulares y en los cientos de millones de seguidores y admiradores en todo el mundo. Tiene que sobresalir en su excelencia en el deporte, en el ‘fair play’ y en el trato humano y respetuoso a los adversarios. Recuerdo a Agustí Montal que una vez en Leeds (Inglaterra) me dijo que por encima de todo hemos de quedar bien, “hem de quedar bé”. Se perdió el partido pero Montal guardó la compostura señorial que le caracterizaba. En estos tiempos de voceríos cruzados, de insultos gratuitos y anónimos en las redes, de violencia sicológica y física, una manera de ganar es saberse comportar amantes del deporte. Rusia 2018 será una ocasión para ese encuentro mundial del fútbol en el que sólo ganará una selección que se llevará la gloria a su país