Un buen día para tropezar

Ni que decir tiene que el pasado sábado sobre las tres de la tarde la mayoría de barcelonistas veían al Valencia a dos puntos y Atlético y Real Madrid, a seis en la clasificación. El Valencia jugaba en Getafe, el Atlético en casa ante la Real y el Real en San Mamés. Las victorias del trío perseguidor eran lo más normal. Pues bien, de los tres solamente el Atlético, por la mínima y casi en el último minuto (lo habitual), ganó los tres puntos. En Getafe y Bilbao hubo sorpresas mayúsculas.

Sabiendo que el Barça había empatado, el Valencia perdió y el Real empató sin goles, desaprovechando ambos una gran ocasión. El Valencia no fue víctima del estado del terreno de juego, como dijo absurdamente Parejo tras el encuentro, sino de sus propios errores. En el Coliseum Alfonso Pérez, Barça, Real y Sevilla han ganado esta temporada por la mínima y en los últimos minutos. Los otros cuatro partidos, todo victorias locales. Además, el Getafe jugó 75 minutos (añadido incluido) con 10 jugadores. Al Valencia solo le faltaba meter goles. Pero sucumbió por culpa de no soportar la presión y de no saber replicar a un equipo guerrillero.

Horas después, lo del Real en San Mamés fue un recital de inoperatividad. La sala de máquinas de Zidane está fundida y, salvo esporádicas ocasiones, las jugadas terminaban con el consabido balón a lo olla; o sea, a lo que salga. Un fútbol ruinoso para un equipo desquiciado como demostró Ramos con su autoexpulsión. Y eso que al Athletic le faltaban Muniaín, Laporte y Beñat.

¿Qué quiere decir todo esto? Que el Barça, al que le robaron ante el Celta un gol como ocurrió en Valencia siete días antes, parece ahora mismo por encima del resto no porque es líder, sino porque es más sólido. Con cuatro puntos más (que se los ganó en el campo y se los hurtaron) la Liga estaría casi liquidada. Pero lo bueno es que una jornada que pudo ser nefasta acabó con un punto más sobre el segundo (cinco) cuando el panorama pintaba tenerlo a dos. Pese al empate, no fue mal día