El partido de Thomas
YA NO HAY BROMAS CON VERMAELEN . El discreto central belga vive a sus 32 años su mejor época en su cuarta temporada en el Barça. Por primera vez ha encadenado ocho partidos, seis con la camiseta blaugrana y dos con Bélgica, y por fin ha podido despojarse de las dudas y la desconfianza que le rodeaban. Ha luchado contra los chascarrillos fáciles, las lesiones musculares que le han maltratado desde el Arsenal y, sobre todo, contra la célebre frase de Zubi en su presentación que le ha perseguido como un latiguillo. No fue Vermaelen un jugador de rendimiento inmediato, cierto, pero ahora recoge el premio de su persistencia y profesionalidad. Un Clásico impecable junto a Piqúe le ha devuelto lo que tanto ha buscado: su rehabilitación total como deportista y el respeto de un Camp Nou que siempre intuyó que era un central estimable, discreto y de gran nivel del que no ha podido disfrutar. Hoy ya no es el cuarto central sospechoso. Cuando Umtiti se quejó del muslo ante el Celta se produjo un runrún que el propio Thomas se ha encargado de hacer desaparecer.
HAY QUE SER DE UNA PASTA especial para pasar el calvario que ha tenido que soportar el defensa y no arrojar la toalla. En su primer año solo jugó un partido, el último ante el Depor con el Barça ya campeón. En el segundo sumó 10 y al tercero se fue cedido a la Roma donde tampoco jugó. Un curriculum castigado por las lesiones y la pubalgia del que no hizo caso Robert Fernández, quien aconsejó a Valverde que confiara en el belga. Se lo quedó y acertó puesto que nada excepcional ha pasado durante la ausencia de Umtiti, una de las piezas sobre las que se explicaba la consistencia defensiva blaugrana, y la larga baja de Mascherano. Vermaelen ya se ha reivindicado personalmente y está dando un buen rendimiento al Barça. Nunca olvidará su debut en el Clásico batiéndose ante Sergio Ramos, pero sobre todas las cosas el defensa belga se siente feliz de celebrar que se haya esfumado la fama de jugador de cristal