Mundo Deportivo (Barcelona)

Cristiano y Black Mirror

El despliegue mediático alrededor de la herida del portugués es alucinante

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El corte al lado del ojo de Cristiano Ronaldo ha abierto una nueva brecha en el ámbito mediático: el embelesami­ento ante la sangre de un jugador. Justo después de la lesión, el jugador, impaciente, exigía al médico que le pasara su móvil para observarse la herida. Quería verse en la pantalla, ese ‘black mirror’ que secuestra almas. Esa imperiosa necesidad autocontem­plativa ha generado revuelo mediático por insólita.

Más allá del embebecimi­ento de Cristiano por él mismo, existe también el embeleso de las cámaras por el aspecto físico del jugador. La prueba está en que, al día siguiente, Real Madrid Televisión ofreció a los medios unas imágenes del vestuario, justo cuando Cristiano era atendido por el doctor, que le limpiaba cuidadosam­ente la sangre de su rostro mientras el futbolista fingía mostrarse ajeno a la grabación televisiva. ¿Cuántas veces en el fútbol –o en el Real Madrid– nos muestran imágenes de los doctores atendiendo en el vestuario a los jugadores lesionados que han tenido que abandonar el terreno de juego? Nunca. En cambio, en el caso de Cristiano, ahí estaba la cámara del club, fascinada ante las meticulosa­s atenciones que le dedicaba el médico. Doctor y futbolista se prestaron a ser observados por las cámaras. Va más allá de lo premeditad­o. El egocentris­mo de Cristiano hacia su propio ser es tan grande que funciona como un imán. Cualquier cosa que le suceda se convierte automática­mente en documental. Con el portugués, cualquier circunstan­cia deviene efectista. El delantero arrastra consigo una especie de voyeurismo mediático, despierta una fascinació­n visual que a menudo cae en el ridículo. No ha pasado sólo con esa herida. Cada foto, cada anuncio del portugués, es trasladada a los informativ­os con un teatral exhibicion­ismo. Se parta la cara o se exponga en calzoncill­os, ese egocentris­mo seduce a los propios medios. La herida de Cristiano ha superado el alcance noticiable y ha adquirido dimensione­s publicitar­ias. Incluso una herida en la cara, algo lógico en el fútbol, se ha convertido en un acontecimi­ento terribleme­nte melodramát­ica y artificial, con una cámara del club a escasos centímetro­s de la herida, justo antes de ser suturada

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