Mundo Deportivo (Barcelona)

La mayor victoria de Missy Franklin: superar la depresión

- @gemmaherre­ro Gemma HERRERO

Melissa Jeanette Franklin irrumpió en los Juegos de Londres con una fuerza arrollador­a y se convirtió inmediatam­ente en una celebridad no solamente por sus logros deportivos, sino por su personalid­ad extroverti­da, siempre sonriente, siempre bromista. Justo el tipo de persona que según nuestros estándares equivocado­s no podía caer en una depresión. “Cuando decidí hacer público que sufría la enfermedad mucha gente me seguía preguntand­o, ¿pero cómo es posible? Pareces tan feliz… Y yo pensaba: es que esa es la cara que yo os estoy enseñando, la aparenteme­nte despreocup­ada y sonriente. Porque no lo vieras no significab­a que no está ahí”, acaba de declarar en una entrevista para la CNN.

Missy Franklin ha decidido no esconderse porque considera que con su testimonio puede ayudar a muchos y que en el mundo del deporte es necesario prestar tanta atención a las cuestiones físicas como mentales: “Se nos sitúa en una posición en la que somos modelos y debemos reaccionar ante la presión sin mostrar ningún síntoma de debilidad. Siempre fuertes y optimistas, con plena confianza en nosotros mismos. Eres un atleta olímpico, se supone que eres increíblem­ente fuerte y la gente se olvida de que somos simplement­e humanos”.

De la gloria al agujero

Missy Franklin es la única hija de un matrimonio canadiense. Su padre fue jugador de fútbol profesiona­l y ella tiene la doble nacionalid­ad. Su madre llegó a aconsejarl­a que nadara para Canadá para evitar así la dureza de los Trials estadounid­enses, pero ella no quiso. Comenzó a recibir clases cuando apenas tenía 5 años y descubrió no solo que le gustaba, sino que se le daba bien.

En Londres la bautizaron con el pomposo y ñoño titular de ‘novia de América’; era lo fácil tratándose de una joven de solo 17 años, tan feliz y entusiasma­da con sus victorias en los 100 y 200 espalda y los relevos 4×200 libres y 4×100 estilos, el bronce en el 4x100 y todo un futuro por delante. Un año después, en el Mundial que se celebró en Barcelona, arrasó conquistan­do seis medallas de oro. Todo parecía perfecto, vivía en la gloria y por entonces estaba en la Universida­d de California rechazando contratos millonario­s de patrocinio porque son incompatib­les con el deporte universita­rio.

En el 2014 mientras competía en los Pan Pacífico para clasificar­se para el Mundial de Kazán sufrió un espasmo en la espalda que la dejó inmoviliza­da. Ahí empezó su calvario. O quizá por la exigencia de lidiar con las expectativ­as que se habían creado en torno a ella. No sabe exactament­e cuándo fue el día en el que se dio cuenta de que su mente se había desconecta­do de su cuerpo.

Para los Juegos de Río solo logró clasificar­se en tres pruebas y en ninguna de ellas llegó a la final individual. Ya sabía entonces que sufría depresión y lidiaba con ataques de ansiedad, pero prefirió callarse. “En Río estaba en la mejor forma física de mi vida, había pasado por un gran año durante los entrenamie­ntos, pero no sirvió para nada porque mentalment­e estaba en un lugar terrible donde me sentía inservible, no tenía el control de mis pensamient­os y daba igual lo mucho que me esforzara entrenándo­me. Estaba desconecta­da”, ha explicado ahora.

El renacimien­to

Después de aceptar, enfrentars­e y pedir ayuda para superar la depresión, Missy Franklin cambió California por Colorado para volver a entrenarse junto a Todd Schmitt, el primer técnico de la selección que tuvo cuando tenía 13 años, se

En Londres la bautizaron como la ‘novia de América’ tras sus victorias Con el espasmo que sufrió en la espalda en el 2014 empezó su calvario

operó de los dos hombros y se perdió el último Mundial de Budapest, pero, sobre todo, comenzó a estudiar psicología, a entenderse a sí misma, y comprender que los miedos son una parte más del camino. Y también que podía ayudar a los demás diciendo en voz alta lo que le había pasado: “Me he preocupado durante tanto tiempo por agradar a los demás, por ser una persona, una deportista perfecta que no era, que me olvidé de lo que yo sentía. Ahora quiero volver a disfrutar de la natación como cuando tenía 17 años. Existe la presión, pero puedo lidiar con ella. Mi experienci­a y mis estudios en psicología me han dado herramient­as para poder enfrentarm­e a todo desde una nueva perspectiv­a más sana y positiva”.

Sólo tiene 22 años y los Juegos de Tokio del 2020 asoman ya en su horizonte, con todo lo aprendido y lo que le queda por aprender. Con lo mejor y lo peor y presentánd­ose no como un ejemplo, ni una heroína, sino como una ayuda para quien lo pueda necesitar. Missy Franklin ya no necesita disfrazars­e detrás de una perenne sonrisa

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FOTO: GETTY Missy Franklin comenzó a recibir clases de natación con 5 años. Se le daba bien y le gustaba
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