¿Hacia el partido del siglo?
La situación política y los resultados de la Champions hacen pensar en un Barça-Madrid nunca visto
Si un solo lazo amarillo en la solapa de la chaqueta de Pep Guardiola ha abierto una polémica con sanciones en el fútbol inglés, ¿qué pasará si la UEFA decide entrar de lleno a analizar la politización que se vive en el Camp Nou en cada partido de la Champions?
Más allá de los pitidos al himno de la competición, el despliegue de grandes pancartas, el reparto de carteles con consignas políticas y decenas de globos amarillos flotando en el césped podrían determinar duras sanciones contra el Barcelona.
Esgrimir la libertad de expresión para justificar lo que ocurre en el estadio es cada vez más difícil para justificar ante los responsables de la UEFA lo que realmente pasa en las gradas. Los independentistas se han organizado y saben cómo utilizar ese recinto deportivo como reclamo a sus reivindicaciones políticas. El club poco puede hacer ahora.
Los jugadores no han dicho nada, ni dirán nada al respecto, pero resulta chocante verles durante el himno de la Champions en medio de una bronca descomunal que no tiene nada que ver con el partido que va a comenzar. También es extraño en un partido tan trascendental como el del miércoles ver a Ter Stegen pisando y reventando globos durante una internada de los adversarios o a Suárez haciendo lo propio en un contraataque de su equipo. Es un despropósito deportivo.
En esta y en otras secciones de este diario se ha analizado en numerosas ocasiones la mezcla de la política y el deporte. No es positiva. No es recomendable. Aunque a juzgar por los momentos tan especiales por los que está atravesando este país parece inevitable que esa tensión no se refleje en las gradas de un estadio repletas de cámaras globales de televisión.
Si bien es verdad que las personas contrarias al movimiento independentista no expresan su opinión en el Camp Nou, ni parecen estar por la labor de organizarse para también decir la suya, la historia señala claramente que mezclar la política con el deporte no es para nada una buena idea.
Hace unas semanas hubo una petición formal al club para que no se juegue la final de la Copa del Rey. Más allá de lo asombrosa que pueda parecer esa idea, está claro que hay muchos socios que antepondrían sus ideas personales a los intereses del club, y que ni por un instante se preocuparían en pensar en las consecuencias que podría representar llevar a cabo acciones de este tipo. Esta crítica también se puede extender hasta al presidente de la Liga, Javier Tebas, cuyas inexplicables e injustificables declaraciones sobre la aplicación del 155 han provocado la lógica reacción del FC Barcelona.
A pesar de que aún falta jugar la vuelta de los cuartos de final de la Champions, FC Barcelona y Real Madrid CF están a un paso de la clasifica- ción a semifinales. Si eso ocurriera, ¿se imaginan la que se montaría si el sorteo decidiera que Barça y Madrid se enfrentaran en la penúltima ronda de la Champions? ¿Se imaginan la tensión que se generaría si ese enfrentamiento fuera en la final?
Al Barça le pesaría mucho más que a su adversario la presión política. Si es muy difícil ganar un partido de fútbol, aún lo es más ganar un partido al que muchos puedan consideran que es más que un partido de fútbol. El Barça nunca lo tiene fácil.
Estos días está siendo muy difícil pedir serenidad. La situación política es muy delicada y los sentimientos están desbocados. El fútbol debería servir como excusa para intentar alcanzar un escenario más calmado, no para tensar aún más la situación. Precisamente son, la serenidad y la calma, las dos características que podrían contribuir a que el escenario político y social empezara a mejorar, pero parece irrisorio pensar que si Barça y Madrid llegan a enfrentarse en la Champions sólo se vaya a hablar en clave deportiva
Es difícil pedir serenidad y calma en un momento que existe la posibilidad de que Barça y Madrid puedan enfrentarse en la Champions