No fue un accidente
Se puede perder pero no así. Sin fútbol, sin ocasiones, sin mala suerte, sin señalar a uno o dos en vez de a todos. A técnicos, jugadores y a los de más arriba
Si el Barça acaba ganando Liga y Copa, el peso del doblete puede que convenza a unos cuantos de que lo sucedido el martes en Roma fue un accidente. Y estadísticamente, en ese caso y sólo en ese caso, la calificación tendría cierta fuerza, cierta justificación. Pero en el análisis futbolístico, de ayer, hoy, mañana y siempre, no se puede contemplar esa opción. Fue cualquier cosa menos un accidente. No fue un partido esporádico. El Barça, incluso ganando, lleva tiempo jugando mal. Muy por debajo de lo que se espera de él por más que se mantenga invicto en la Liga. Los resultados están por encima del juego.
La suma de muchos factores negativos, todos imputables al Barcelona, combinados con el partidazo de la Roma culminaron en un cataclismo sin precedentes. Jamás en la vida el Barça había dilapidado una renta similar. No se recuerda un partido con tan unánime conclusión entre los analistas. El equipo no mereció otra cosa que lo obtenido. Salir eliminado del estadio Olímpico habiendo jugado como un equipo pequeño, raquítico, ante un rival que quiso ser grande. Y lo fue.
Valverde, que llevaba semanas dejando constancia en sala de prensa de lo mucho que les estaba costando ganar y de lo mucho que estaban peligrando los resultados, puede que no acertara con la alineación pero, desde luego, los que salieron de inicio tampoco respondieron. Y puede ser también, de hecho es, que el técnico demorara los cambios pero cuando los hizo tampoco pasó nada. Bueno sí, se removieron las tripas de quienes, haciendo cuentas, constaban que en los últimos cinco años el Barça sólo ha llegado una vez a semifinales de Champions, tras haber invertido más de 700 millones en la contratación de 22 jugadores.
Ni individual ni colectivamente nadie estuvo a la altura. Partido infame de casi todos los jugadores y nefasto como grupo. La filosofía del Barça recalca que no es sólo ganar sino por qué motivo gana. Y a la inversa, la cuestión no es perder sino por qué se pierde. Hace meses, quizás años, que el estilo se ha diluido por la influencia del marcador y el juego del equipo no responde a la exigencia de su ADN. Es del todo injustificable que en Italia el Barça sólo intimidara a la Roma en los tres primeros minutos y en los tres últimos. Jamás buscó el mejor resultado posible. Especuló con el marcador de la ida y así le fue. No hay excusa posible