Mundo Deportivo (Barcelona)

De la nada a la carrera más dura

Pablo Antuña jamás había corrido una prueba de mountain bike antes de la Titan’18

- Marta Pérez Merzouga (Marruecos)

Ya ha terminado la cuarta etapa. Han pasado muchas horas desde que acabó la segunda. También bastantes desde que lo hizo la tercera, la que con tanta rabia tuvo que seguir por los medios oficiales de la Titan Desert. No pudo tomar la salida, pero el reglamento de la competició­n permite durante una vez no acabar una etapa y salir en la siguiente. Por ello Pablo Antuña, el más joven de la carrera a sus 16 años, sigue peleando por su sueño de terminar la carrera.

Está más cerca de ello porque su estado físico es bueno tras la pesadilla que vivió en la etapa del lunes, la cual unió Boumalne Dades y Alnif durante 114 kilómetros. Se deshidrató a cuarenta kilómetros para el final de la etapa. Pero nunca contempló el abandono. “Al menos, hasta que no se acabasen las demás opciones”, cuenta Pablo. A base de suero oral terminó la etapa y, pese a no salir en la tercera, ayer pudo acabar la cuarta.

“Ahora ya estoy mejor. No salir en la tercera etapa fue muy duro. Quería hacerlo, pero me arriesgaba a deshidrata­rme de nuevo y terminar con ello mi participac­ión”, explica. Pablo es uno de los claros ejemplos de la otra Titan: la que se disputa lejos de los puestos de cabeza. La que plantea el enorme reto de acabar. La que pone el abandono como vía más fácil, pero la que más fortalece la voluntad de los participan­tes. “La Titan para mí no está siendo una carrera. Lo es para los que están luchando delante. Para los que estamos detrás luchando por detrás es una experienci­a. Es la vida”, afirma.

Y, como en la vida, hay un fiel compañero que está a su lado: su padre José Aquilino. Pablo vino a animarle el año pasado y se quedó enamorado de la carrera.

Más que un evento deportivo

Tanto le marcó a Pablo la experienci­a que dio un giro a sus aficiones. Su presencia en la Titan Desert 2018 ha sido algo que ni podía imaginarse hace algo más de un año. “Yo no tenía bici, pero quería vivir esto con él. He estado todo el año preparándo­me”, relata. “Nunca había hecho una carrera de mountain bike. Mi padre es el culpable”, cuenta riendo.

Por ello, pese a los momentos duros que ha tenido que superar, Pablo también está encantado con la experienci­a que está viviendo. “Me parece increíble el compañeris­mo que hay. La filosofía de compañeris­mo de la Titan no se debe perder. Estoy aprendiend­o mucho”, explica.

Se ha preparado intensamen­te para la carrera a pesar de su déficit físico con respecto a los más veteranos. Y luchar´a hasta el final en busca del fósil que acredita a los titanes que terminan la carrera. Aunque ya ha demostrado llevar su espíritu dentro. Y volverá con él y con su mountain bike. La que se compró adrede para formar parte de la gran familia de la Titan Desert

Con 16 años, es el más joven: se enamoró de la carrera tras ver a su padre en ella en 2017

Sufrió al máximo en la segunda etapa, pero sigue en busca de su sueño de terminar

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