Juego sin ataduras tácticas
Sin presiones añadidas ni cuentas pendientes salió un buen Clásico desde el punto de vista puramente futbolístico. Ni el mal arbitraje de un colegiado superado por sus propios errores pudo evitar que Barça y Real Madrid se expresaran con libertad con el balón en sus pies.
Cada uno con su estilo y ajustándose a las circunstancias que el encuentro les planteaba en cada momento. El Real Madrid, como no podía ser de otra forma, salió con todo, BBC incluida. Dos meses habían pasado desde la última vez que habían jugado juntos. No era noche para pruebas. Delante estaba el campeón invicto.
Zidane ajustó su pizarra al 1-4-3-3, que en el balance defensivo era un
1-4-4-2, con Bale muy atento a las evoluciones de Jordi Alba y con Cristiano Ronaldo escorado a la izquierda como hacía tiempo que no lo hacía, pero tan presente en el área como ya es habitual en los últimos tiempos. Pletórica su primera mitad, presente, además de en el gol, en todas las acciones ofensivas de los suyos.
El Barça, con Iniesta en la posición de interior izquierdo que será suya hasta el último día y Coutinho en la banda contraria con vocación de meterse para dentro siempre que su equipo tenía la posesión. El dibujo a caballo entre el 1-4-3-3 (ataque) y el 1-4-4-2 (defensa).
La expulsión de Sergi Roberto obligó a Ernesto Valverde a replantearse la situación. No se complicó. Un lateral específico (Semedo) por un centrocampista (Coutinho), para pasar al 1-4-3-2, en el que Rakitic, Busquets e Iniesta, después, Paulinho centraban mucho su posición, para tapar con acierto los pasillos interiores. Defendió muy bien el Barça con un hombre menos. Retrasó lo justo la última línea y sus hombres se juntaban con mucho orden cuando no tenían el balón. La sustitución de Cristiano fue una buena noticia para ellos. Sin el portugués, el Madrid perdió su referencia ofensiva