El rol de Dembélé

En plena semana Griezmann ,ha emergido Ousmane Dembélé como una flor en primavera. El talento se tiene o no se tiene, y Dembélé lo tiene. El resto, se puede enseñar y se puede aprender. Sobre todo, a los 21 años que está punto de cumplir el francés. En esta primera temporada en el Barça, y con la losa de los 105 millones que costó encima, Dembélé ha mostrado, en pocas dosis, sus virtudes y sus defectos. Cuesta extraer conclusiones sinceras del año de su debut si valoramos que se lesionó en septiembre, no volvió hasta enero, recayó, no se integró plenamente en la dinámica del grupo hasta el mes de marzo y Valverde solo le dio cinco minutos en la eliminatoria contra la Roma. En total, de los 9 meses y medio de competición, ha estado en condiciones en menos de la mitad.

Demasiado poco para juzgar su valor de presente y futuro, suficiente para advertir su potencial y sus carencias. Tiene de todo y mucho. Tiene dos piernas que usa como pocos futbolistas son capaces de usar. Desequilibra con la derecha y con la izquierda, chuta con ambas y hace filigranas con las dos, hasta el punto, que uno no sabe si es diestro o zurdo. Su conducción a dos pies es muy inusual. Si le añades velocidad y un buen disparo, su perfil de jugador ofensivo es top. En el debe, como nos recuerda a menudo Valverde, tiene grandes lagunas tácticas y poco rigor defensivo, características innegociables en el fútbol moderno, y más en el Barça. Comete pecados de juventud, pierde decenas de balones en zonas de riesgo y no acaba de conectar con algunos compañeros por su comportamiento introvertido. Todo reversible con voluntad.

Y cuando Griezmann aterrice en Barcelona, ¿qué hacemos con Dembélé? Nada. Mimarlo. Educarlo. Convencerlo. Hay minutos, partidos y competiciones para todos. El Barça necesita aumentar el valor de la unidad B y sería un lujo para el equipo que el ‘Mosquito’ entendiera su rol y, sin lesiones de por medio, creciera a la vera de cracks consagrados