“Salimos cagados, eran muy buenos”
Luis siempre reconoció su obsesión con el Dinamo Kiev en 1986
Tuvo que pasar mucho tiempo para que Luis Aragonés se olvidara de aquella final, si es que alguna vez terminó realmente de quitarse la pesadilla de la cabeza. Años después, en una larga conversación, se confesaba desde la distancia que ofrecía el tiempo. “Aquel partido contra el Dinamo medio lo perdí yo. Me obsesioné demasiado con el rival. Eran tan buenos que me acojoné y transmití esa sensación al equipo. Salimos cagados, con muchos marcajes, no fuimos nosotros y la culpa en ese caso es siempre del entrenador”.
El Atlético regresa mañana al lugar del crimen. Lyon. A otro estadio, nuevo, pero a la misma ciudad entonces invadida por 20.000 aficionados rojiblancos. Aunque el titular pueda considerarse dramático, lo sucedido entonces, el 2 de mayo de mayo de 1986, fecha conmemorativa del levantamiento en armas del pueblo madrileño contra Napoléon, fue un asesinato futbolístico. Los tanques soviéticos, todavía entonces el Dinamo de Kiev era un equipo de la URSS, arrollaron a su paso a los hombres de Luis Aragonés. Esos tanques tenían una quinta velocidad. Fueron tres cañonazos en forma de gol, pero pudieron ser seis. O más. Y lo puedo atestiguar en primero persona. Escribí la crónica de aquel partido y lo sufrí en directo.
Cuando Luis reconocía que había influido negativamente en el comportamiento de sus hombres lo decía precisamente porque no era mucho de obsesionarse con los rivales. Todo lo contrario. Él siempre intentaba plantear la pizarra desde el prisma de su equipo. Pero en esa ocasión entre el informe táctico que le realizó su segundo entrenador, Jesús Martínez Jayo, y el vídeo, uno, en singular, en blanco y negro, que vio del Dinamo quedó impresionado por el enemigo.
No era para menos. Dos meses después todos los hombres de Lobanovski, el viejo lobo que se sentaba en el banquillo de los de Kiev, defendían la hoz y el martillo de la URSS en el Mundial de México… a las órdenes del propio Lobanovski. Solo el central Baltacha faltó a la cita mundialista.
Juan Carlos Arteche, el líder moral y espiritual de aquel Atlético plagado de canteranos, siempre reconoció que nunca se había enfrentado a un rival tan cualificado táctica, técnica y físicamente. Casualmente me crucé con él en el hotel cuando el equipo salía de recibir la última charla táctica y de ver las últimas imágenes del Dinamo y su cara reflejaba su preocupación. Él, que era el positivismo personalizado. “Ufff… la que nos espera. Son máquinas. El Blokhin es imparable. Y los pequeños esos, el Zavarov y el Belanov son rapidísimos. Los laterales son dos balas… Los centrocampistas vuelan…”.
Al día siguiente pasó lo que tenía que pasar
El Atleti vuelve a Lyon donde fue arrollado por el potente equipo de la antigua URSS
Aragonés decía que nunca tuvo tanta fijación con un equipo como en aquella final