Tarragona ya saborea sus Juegos
Mireia Belmonte abanderó a la delegación española en una ceremonia inaugural de los Juegos Mediterráneos con gotas de tensión política
Acostumbrada a sortear obstáculos, Tarragona respiró ayer al fin: sus Juegos Mediterráneos, por cuya financiación sufrió hasta el punto de tener que retrasar un año su puesta en escena, ya son una realidad, aunque a costa de sortear problemas hasta el final. Una ceremonia funcional, sencilla y pulcra puso la primera piedra de la competición que reúne a 26 países que tienen en común su cultura mediterránea. Se echó en falta un mayor apoyo del público, porque el Nou Estadi, con capacidad para unos 15.000 espectadores, distó mucho de llenarse, y se capeó como se pudo la tensión política por la cuestión catalana.
Finalmente apareció el president de la Generalitat, Quim Torra, que había demorado hasta ayer mismo, pocas horas antes de la ceremonia, la decisión sobre si acudiría a la inauguración o plantaría al Rey Felipe VI en desacuerdo con su papel en el conflictivo referendum del 1 de octubre. Torra, que formó en primera fila del palco junto al monarca, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el alcalde de Tarragona, Josep Fèlix Ballesteros, y Amar Addadi, presidente del Comité Internacional de los Juegos Mediterráneos, había participado horas antes, en la misma Tarragona, en una manifestación contra el rey, y tanto gesto político acabó desembocando en que la atención del inicio de la ceremonia se centrase en la reacción de la grada, que combinó aplausos y silbidos a la entrada de Felipe VI, al himno español y al propio Torra.
Ahí quedaba la tensión, porque cuando aparecieron los deportistas ya no hubo polémica: todo fueron aplausos para la delegación española de 396 atletas, encabezada por una sonriente Mireia Belmonte. La badalonesa, primera mujer abanderada de España en estos Juegos desde Natalia Vía Dufresne en Bari 1997, es la ‘cabeza de cartel’ de un equipo ambicioso que contiene otros tres campeones olímpicos: Lydia Valentín, que ayer leyó el jramento de los deportistas, Marcus Cooper y Marina Alabau. El estadio entero ovacionó al equipo español, que cerraba el desfile como anfitrión, y que en Tarragona ha presentado un bloque potente que aspira a superar las 100 medallas, algo que no logró en las dos últimas ediciones, aunque tendrá difícil llegar a las 152 de Almería 2005.
No pasó tampoco por alto para el público la aparición en el Nou Estadi de Siria, un país torturado por una cruel y larga guerra, cuya presencia en Tarragona con 31 deportistas es una heroicidad.
El mismo papel que juega la llama olímpica en los Juegos ‘grandes’ lo tiene, por lógica, el agua en unos Juegos que deben su nombre al mar que hermana a más de dos docenas de países. 26 ánforas, una por cada delegación, rodearon el ‘Impluvium’, una estructura de las antiguas casa romanas que recogía agua de lluvia y que jugó un papel central en la escenografía. Ese ‘Impluvium’ recogió el agua de cada equipo, formando un bonito efecto visual en homenaje al mar que envuelve a tres continentes. Junto a notas musicales como Lucrecia y Antonio Orozco, el espectáculo dirigido por Hansel Cereza, cofundador de La Fura dels Baus, funcionó en una coreografía a escala con el tamaño de estos Juegos