El barrendero es el Balón de Oro
1- N´Golo Kanté corta balones, anula cracks, da el pase certero, es indispensable para la selección ‘bleu’
Imaginemos un mundo ideal donde el marketing se diluya presentándonos la realidad sin condicionantes. Olvidemos que el gol nos ofusca, nos condiciona, que lo convertimos en el paradigma del juego. Elijamos no al protagonista del póster que colgar en la habitación, ahí gana siempre Mbappé con esa sonrisa de adolescente y un carisma que le convierte en el nuevo Ronaldo. Vayamos a escoger al mejor, al que convierte a ‘les bleus’ en una selección equilibrada, exultante, preparada para ser campeona del mundo. Si, es él, no lo digan en voz alta que es demasiado tímido e igual sale corriendo. N´Golo Kanté es el futbolista más apreciado por la selección francesa, también por los técnicos, quizá pase desapercibido para el gran público porque él es así, silencioso, pero si tuviera que dar un ‘Balón de Oro’ del Mundial hasta el momento sin tener en cuenta la parafernalia y el show business escogería a N’Golo y como yo, seguramente Didier Deschamps.
N´Golo solo descansa cuando escucha ‘la Marsellesa’, el único momento del partido en el que no parece que veas al jugador y a su sombra moviéndose por otra parte del campo, cubriéndolo absolutamente todo. Recupera balones, presiona, anula al crack de la selección contraria, llámese Messi o póngale el apellido que prefiera. Elástico y rápido, un pura sangre que además es certero en la construcción, inteligente en su visión de juego, implacable para el rival que no entiende de dónde ha salido este tipo bajito, excepcionalmente bajito, que se desliza a una velocidad endiablada con un único objetivo: servir a su equipo.
Este tipo es demasiado discreto, altruista, humilde, tímido para buscar ser escogido MVP de un partido donde Mbappé marca un gol. Pero su polivalencia, su sentido de la colectividad y su influencia en el juego de la selección francesa es tan grande – o más- que la de sus delanteros.
Una infancia dura
Esa forma de jugar de N´Golo llegando a todas partes tiene algo que ver con su infancia, al final todos somos el reflejo de lo que vivimos de niños. Sus padres llegaron a las afueras de Paris desde Malí buscando esa oportunidad de sobrevivir que subyace en la periferia de las grandes ciudades franceses y como no llegaba para alimentar a ocho críos, el mayor de los vástagos con apenas 9 años ayudaba como ba- rrendero, recogiendo cartones o cualquier cosa reciclable intercambiable por unas monedas. Nunca había visto N’Golo un partido de fútbol pero descubrió la fascinación de una generación de triunfadores que en el Mundial’1998 llenaba las calles con sus sonrisas. Decidió que sería uno de ellos. Y empezó su cruzada contra el mundo porque todos le veían demasiado pequeño para triunfar. Casi todos, porque sus compañeros en el JS Suresnes le cantaban ya de crio: “Kanté au Barça”. 168 centímetros no dan para mirar a los ojos a algunos de los delanteros a los que ha anulado en el Mundial de Rusia, pero si para destrozarles con su anticipación y su visión de juego.
Ranieri descubrió en él a un futbolista inagotable en su esfuerzo pero más aún en su intención de ayudar en el juego colectivo, le maravillaba la capacidad de su jugador y su tranquilidad para encarar la vida, alejado de los lujos de otros. Primer llegó con su Megane de segunda mano, después con su único lujo: un Mini Cooper con el que aún se desplaza.
Deschamps sabe que Kanté es su Balón de Oro aunque el póster tiene otra cara. Sabe que él y su sombre se encargarán de darle equilibrio a ‘les bleus’