El príncipe de los 10 informes de Monchi
Lenglet se quedó de piedra cuando, con 17 años, el entonces mánager del Sevilla le mostró su seguimiento
Aunque su fichaje se produjo en el Sevilla bajo el reinado de Óscar Arias, todo el mundo sabe en Nervión que el nuevo mirlo blanco que entró por las puertas del Sánchez-Pizjuán aquella mañana de invierno llevaba la firma de Monchi. Clement Lenglet, que puso su primer pie en la ciudad de la Giralda con 21 años, desveló entonces que no podía salir de su asombro cuando cuatro años antes, con 17, el de San Fernando lo había dejado sin habla mostrándole 10 informes suyos de partidos distintos que ya manejaban en el Sevilla.
Con cosas así se entiende que el hoy director deportivo de la Roma se llevara al huerto a no pocas figuras del fútbol en sus tiempos mozos. El poder de seducción no estaba en levantar el teléfono y decir: “Hola, soy Monchi”, sino que había un trabajo detrás, en este caso con el foco en todas las selecciones inferiores de Francia.
Lenglet, que en apenas un año había mostrado una madurez asombrosa en el Nancy, llegó al Sánchez-Pizjuán por apenas 4,5 millones de euros, una inversión que ahora multiplica por siete la entidad andaluza. Hoy, el nuevo jugador azulgrana es un futbolista más hecho del que llegó a España. Siempre mostró tener un buen pie. Excelente salida de balón con la pierna izquierda, capacidad para jugar puntualmente de lateral (sólo puntualmente y con perfil defensivo) y un grandísimo potencial en la estrategia ofensiva. A mejorar, el manejo en el cuerpo a cuerpo y la adaptación al tipo de marca que requieren los delanteros en la liga española, en la que los tiempos son distintos a la Li- gue 1 francesa. Lenglet, siempre atento y despierto, aprendió pronto, igual que se apresuró a hablar castellano, adquirió volumen de músculo en el tren superior y se hizo más feroz.
Siempre mostró gran madurez en su comportamiento, dentro y fuera del campo. Correcto, educado… Como un príncipe, las madres que vieron a Rakitic enamorarse y casarse en Sevilla empezaban a verlo como el yerno perfecto. Y la cabeza siempre sobre los pies. Hasta el punto de que priorizó siempre cuidar su formación con los pasos adecuados y firmes a un salto con trampolín. El Barcelona lo tentó, pero Lenglet lo estudió todo con precisión de neurocirujano. Pensó si no le convendría más esperar un año en el Sevilla, donde siempre se sintió a gusto y valorado. Pero una vocecita resonó en su conciencia: el tren pasa una vez. Dejarlo pasar también era tirarse al vacío sin red
El hoy director deportivo de la Roma se llevó así a no pocos cracks en ciernes
En un año y medio, el club andaluz ha multiplicado por siete los 4,5 kilos invertidos