La clave del 7: el Marc más maduro y cerebral
Cinco títulos en seis años avalan el éxito inapelable del sistema Márquez, nunca deja de probarlo para ganar
Desde su revolucionaria irrupción en MotoGP en 2013 con poco más de 20 años, Marc Márquez no ha dejado de crecer como piloto y ha ido imponiendo un estilo de pilotaje y una forma de prepararse que hoy parece el camino único para competir en MotoGP. Los cinco títulos en seis años avalan el éxito inapelable del sistema Márquez, un piloto que nunca deja de probar ganar una carrera ni de disputar una frenada.
A sus 25 años y después de seis temporadas en la categoría reina Marc Márquez ha dejado de ser aquel niño explosivo que quería firmar todos los entrenamientos, todas las poles y todas las victorias, y ha entrado en la madurez como piloto. Ya ha aprendido a forzar sin exagerar y si fuerza es porque lo tiene todo claro. Incluso en Motegi, aunque se lo tuvieron que decir tajantemente hasta cinco veces, fue capaz de quedarse amarrado en el box y tomarse la tarde libre para no exponerse a una caída con la pista en condiciones precarias. Es mucho lo que se juega y es mucho lo que da Marc Márquez en cada frenada, ahí donde intenta ganar lo que pierde con sus rivales en aceleración.
También ha ganado experiencia sobre la Honda a la que hay que retorcer de esa manera que solo sabe Marc para sacarle el máximo partido. Aunque parezca que anda siempre despendolado sobre la RC213V, resulta que el suyo es un riesgo más controlado de lo que parece, aunque a algunos de sus rivales maldita la gracia que les hace que les adelante de esa manera. La reciente exhibición en la última curva de la carrera de Buriram, donde ganó a lo ‘Dovi style’, fue toda una exhibición de que controla mucho más de lo que aparenta. Soltó frenos tardísimo y redondeó con maestría la curva dejando que el de Forli se fuera esta vez de excursión.
2013 fue el año del descubrimiento de la categoría y ahí el control brillaba por su ausencia. Y cada año ha ido aprendiendo algo más y Honda le ha ido dando a su vez muchísimo más a quien ya es su abanderado. Se los ha camelado con sus campeonatos y los tiene locos con su desparpajo mediterráneo, poniendo un poquito de desorden en el estricto orden japonés. Pero cuando toca trabajar, nadie trabaja más que Marc, ni ningún otro equipo trabaja más que el de Marc. La de Buriram no fue ni la primera ni la última vez que el box del campeón fue el último en apagar las luces en el pit-lane.
No ha sido como aquel estelar e imborrable 2014, ni tampoco los estresantes 2013 y 2017. El campeonato de 2018 ha sido más parecido al 2016 que también decantó en Japón ante la cúpula de Honda. También esta vez sus rivales le sirvieron en bandeja un camino triunfal y para cuando creyeron que lo estaban tuteando ya llevaba dos carreras de ventaja. Si en 2014 podía ganar en cualquier pista y de cualquier manera, esta vez ha tenido que realizar una gestión impecable, sabiendo discernir cuándo tomar más o menos
Aunque parezca ir despendolado sobre la Honda, controla más de lo que parece
Gestión impecable, sabiendo discernir cuándo tomar más o menos riesgos
riesgos un domingo de carrera.
No fue hasta Jerez que se alzó con el liderato y desde entonces ha cumplido en los circuitos a izquierda -Austin, Sachsenring, Aragón, sus preferidos- y a sacar petróleo en otros circuitos más inesperados -Le Mans, Assen y Motegi-. Y para rubricar, ese baño de masas de ver como una curva de un circuito del mundial es bautizada con su nombre, la 10 de Motorland Aragón.
El año ha tenido su lunar, Argentina, carrera para desquiciar al más cuerdo: el retraso de la salida, la moto que se para, la adrenalina que envenena la razón y tres sanciones en carrera, la última maniobra al límite sobre Valentino Rossi para que su relación regresara a la casilla de 2015. Pero Marc ya no es aquel niño al que le afectó todo aquel ruido y solo buscaba que lo volviera a querer. Se fue a pedir perdón, por incomparecencia no se lo concedió y meses después dejó en evidencia a Rossi ante todo el mundo. Él también tiene su genio