Mundo Deportivo (Barcelona)

Panegírico del empate

- Domènec García

T enía toda la razón

Santiago Solari cuando la semana pasada afirmó que no hay que subestimar los empates para justificar el 2-2 conseguido en el campo del Villarreal. Por supuesto que no, sobre todo cuando el equipo ha encajado seis derrotas en 18 encuentros. Con estas derrotas convertida­s en empates, el Real Madrid sería colíder ahora mismo, empatado con el Barça (que tendría dos menos). ¿Lo ven?

Solari tiene razón. ¡Viva el empate!

Uno cae en la cuenta, pues, de que el empate es útil sobre todo cuando no se gana un partido. Es el consuelo que queda, el que permite esconderse bajo el tópico que dice que “lo importante es seguir sumando”, aunque con el empate cotizando a dos tercios de la derrota, se ha de vender muy bien la burra para que cuele el estropicio que supone lograrlo contra un equipo que está en zona de descenso.

La parte menos agradable del empate es cuando llega a cinco minutos del final y te lo endilga de cabeza un jugador de menos de metro setenta, contra tu portero que hace casi dos metros. Entonces escuece, sí, aunque menos que recibir un 0-2 y quejarse de un posible penalti no señalado para tapar todas tus vergüenzas.

Lleva la razón Solari. No hay que despreciar el empate porque tiene otro premio oculto: con 38 empates en Liga es posible lograr un hito inédito como es bajar a Segunda y terminar la Liga imbatido, con lo que el autor va a parar ‘ipso facto' al libro de los récords, acompañado, claro, de un soberbio puntapié en las nalgas. Conclusión:

Solari no serviría como entrenador de baloncesto.

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