El Atleti más `cholista’ vuelve a escena
Pase lo que pase en el Juventus Stadium, y no tengo la menor duda de que puede pasar absolutamente de todo a pesar del 2-0 del miércoles, el Atleti más cholista volvió a demostrar en el Metropolitano, su nueva Bombonera, donde nunca se deja de creer, que está hecho de una pasta especial. Una pasta que más allá de jugar bien, mal o indiferente, le convierte en un equipo altamente competitivo, incluso en el alto nivel de la Champions y con un enemigo enfrente de la historia, tradición y talla de esta Juventus de Cristiano edificada para ser campeona de Europa.
Cuando el Atleti se `cholitiza’ en su máxima expresión es capaz de resistir y atacar casi todos los desafíos, por imposibles que parezcan. Sacan pecho los rojiblancos porque los suyos nunca dejan de creer y tienen toda la razón del mundo de sentirse orgullosos de esa forma de interpretar el fútbol y por tanto la vida.
Andaba el equipo de Simeone en plena crisis de identidad. Lejos, muy lejos, de las raíces de hierro plantadas por el entrenador desde su llegada hace ya siete años. Eliminado de la Copa por el Girona, lo peor no eran los dos últimos partidos perdidos contra Betis y Real Madrid y la victoria angustiosa ante el Rayo. Lo verdaderamente preocupante eran las sensaciones ofrecidas. Ese Atleti no era el Atleti. Sin tensión, sin intensidad, sin ambición. Con jugadores lejos de su mejor momento físico y una sospecha generalizada de que la temporada de las temporadas, la que finaliza con la final de la Champions en su estadio, podía acabar en fiasco.
Pero hete aquí que cuando la montaña más se empinaba, el `Cholo’ toca la corneta y recurrió a su guardia pretoriana. Un solo fichaje, Rodrigo, en el once inicial. Dentro Filipe Luis, dentro Diego Costa y dentro Koke, a pesar de que no estaban físicamente en plenitud. El resto, los del siempre, con el caudillo Godín a la cabeza. Y con Giménez .Ycon Juanfran. El centro del campo más fiel a una forma de entender el fútbol con cuatro mediocentros que buscan hacerse fuerte por dentro. Y arriba el Griezmann más sutil y venenoso. Imposible olvidarse de Oblak, que dejó a Cristiano chafado con su colocación y reflejos.
Una primera parte para la ilusión y una segunda parte para la emoción y el éxtasis. La lástima para el Atleti es que Diego Costa, una hora de partido llena de brío, fallara aquella ocasión tan clara después de quitarse a Chiellini de encima, que el remate de Griezmann tuviera que botar en el larguero o que el VAR detectara, pesara y midiera que el empujón de Morata a Chiellini tuviera la suficiente fuerza para derribar al defensa bianconero con cuerpo de roca...
Es evidente que la mejor versión del `cholismo’ surge cuando el equipo defiende bien desde la anticipación y la agresividad bien entendida. Por ser fieles a su estilo, los rojiblancos marcaron sus dos goles en dos acciones a balón parado, aquella materia que tan bien dominaban y que les llevó a ganar una Liga en el Camp Nou.
No sé si esos dos goles de ventaja le darán al Atleti para pasar a cuartos y continuar soñando con la final en su estadio, pero de lo que sí estoy casi seguro es de que le sirven para mantener viva su leyenda como equipo, como tribu, como colectivo que tiene un líder que alardea de testosterona y que no parece dispuesto a que su proyecto recién prolongado se quede a mitad de camino. En segundas partes como la del miércoles quien esto escribe hasta deja de lado esa perenne exigencia que en muchas ocasiones se le pide al Atleti, la del juego. Al final, una vez más, los del `Cholo’ demuestran que a su manera, sin tener ni querer el balón, defendiendo bien y atacando los espacios, el fútbol también es bello. De otra forma, más brutal y animal, pero igual de efectiva y emocional. Y si no que se lo pregunten a todos los que presenciaron el partido en el Metroplitano y casi a todos los que lo vieron por televisión