Al salón de la infamia

Benito, Hierro y Pepe son, entre otros, las aportaciones madridistas a la lista de jugadores más sucios de la historia del fútbol español. Pero, hete ahí que el Real ya ha consolidado un nuevo producto a ese ránking, una especie de potro desbocado, chulesco y provocador, al que los colegiados han tolerado y protegido con generosidad, y no por casualidad, sino a sabiendas de lo que hacían.

De Ramos las hemos visto de todos los colores, desde pisotear a un rival a hacerse el lesionado después de haberle crujido algún hueso. Su teatro de cabaret barato consiste principalmente en revolcarse por la hierba después de haber propinado algún golpe alevoso a un rival. Con este sistema, y sus protestas sistemáticas, ha conseguido en ocasiones que amonestaran al perjudicado. Porque uno de los vicios arbítrales es proteger al infractor. Ellos han otorgado a

Ramos licencia para todo tipo de desmanes y tropelías, al servicio del Rey Flo.

Ramos se atreve a todo, desde lesionar a Salah con una llave de judo bien ensayada y aturdir a Karius con un asqueroso crochet, a romperle el labio a Messi de un codazo y ante las narices de un acobardado Undiano. Todo queda impune para semejante espécimen que ya ha ingresado por méritos propios a salón, de dudoso honor, de la infamia, al lado de los Nobby Stiles, Vinnie Jones, Andoni Goicoetxea, Nigel de Jong, Roy Keane y otros que han destacado por su maldad.

Recordman de tarjetas y expulsiones, Ramos es otra aportación del nacional madridismo al fútbol. Normal, porque de juego anda algo escaso